martes, 12 de julio de 2016

TAMARA GÓMEZ CARRERO 


 El Don Bosco, una segunda familia, un segundo hogar. Para aquellos alumnos que teníamos que abandonar el colegio tras acabar sexto de primaria, salir de nuestra zona de confort suponía miedo a lo desconocido, pero sobre todo incertidumbre, sentimientos comunes a todos los que teníamos que hacer frente a aquél cambio. Nada que ver cuando llegué al Don Bosco. El miedo se desvaneció y lo desconocido se transformó en conocido, porque allí eras uno más, estabas en tu casa. Los profesores eran maestros pero también amigos a los que poder acudir en caso de dudas, problemas o adversidades; no había una mañana en la que entraras al centro y los conserjes no te saludaran, te dieran ánimos o te alegraran la mañana con alguna historia; los recreos se hacían más ameno si ibas a la cafetería y echabas un buen rato con Floren y el equipo directivo del centro era una guía, era un libro abierto al que podías acudir en cualquier momento. Sin duda, estudiar así hacía la tarea mucho más sencilla.


 Cuando ya estaba en primero y segundo de bachillerato, tras pasar toda la secundaria en el centro, deseaba empezar la nueva etapa que llegaba a mi vida estudiantil, la universitaria. Cosas de la vida, ahora aprovecho cualquier oportunidad para volver al centro, agradezco cada vez que cuentan conmigo para cualquier acto y sólo tengo palabras de agradecimiento para todos y cada uno de los que han hecho posible que esta experiencia, se haya convertido en una experiencia vital que me ha mejorado tanto académica como personalmente y estoy muy orgullosa de haber formado parte de esta familia tan maravillosa... la que formamos todos y cada uno de los que están y hemos estado en el IES Don Bosco.




RECOGIENDO EL DIPLOMA DE FIN DE ESTUDIOS      
                        DE SEGUNDO DE BACHILLERATO

martes, 21 de junio de 2016

DE LA OFICIALÍA A LA MAESTRÍA

LA ESCUELA PROFESIONAL EN LOS AÑOS DEL FRANQUISMO  (II) 

Juan Carlos Sánchez COrralejo 

De la Escuela Profesional al IES Don Bosco, pp. 38-41.
 I.S.S.N.   84-690-2378




DE LA OFICIALÍA A LA MAESTRÍA.- En 1960 la Escuela aparecía totalmente consolidada y su título era convalidable con el de bachillerato elemental. Así lo expresaba el alcalde valverdeño: «esta escuela ha sido reconocida por el Ministerio de Educación Nacional recientemente y el título que expide tiene validez oficial en toda España; es más a partir del próximo curso, con la posesión del título final de capacitación se podrá convalidar fácilmente en un Instituto de Segunda Enseñanza por el de Bachiller Elemental»[1].

El decreto 914/1960 de 4 de mayo (BOE del 13 de mayo) estableció las convalidaciones entre la Formación Profesional y las de Bachillerato Laboral Elemental  y Bachillerato General Laboral. En 1963, por decreto de  31 de enero, el taller-escuela fue reconocido como centro no oficial, o lo que es lo mismo se le reconoció el  Grado de Oficialía Industrial, de conformidad con lo preceptuado en la Ley de FPI. La Ley de 20 de julio de 1955 de Formación Profesional Industrial buscaba una preparación adecuada de los trabajadores técnicos. Para ello, establecía escuelas de pre-aprendizaje, escuelas de aprendizaje y escuelas de maestría industrial. Las dos primeras tuvieron cabida en la escuela profesional valverdeña, no así la tercera.  Por ello, aquellos primeros alumnos permanecían en el centro 5 años, dos de aprendizaje, -más tarde llamado curso de adaptación, a fin de convalidar los estudios primarios, a menudo inacabados-  y tres de oficialía. Terminaban con el título de oficiales de 3ª categoría, que había de ser revalidado en la Escuela de Maestría Industrial de Huelva. Por tal motivo, a principios de junio se celebraban los exámenes finales de 3º de oficialía, para dar tiempo a los alumnos a presentarse a los exámenes de reválida que se celebraban en la capital onubense.  En 1966, la escuela valverdeña de artes y oficios envió a la revalida a los 25 alumnos de 3º de oficialía. Todos resultaron aprobados, muestra palpable de la calidad de las enseñanzas impartidas en Valverde.    

La puesta en marcha de la escuela de F.P. significó un incremento notable de las posibilidades de promoción laboral de las clases más modestas de la localidad. La enseñanzas del centro sindical iban dirigidas «exclusivamente hacia los hijos de los trabajadores y son totalmente gratis, fácil es comprender el interés tan enorme que supone para la clase más débil de nuestra ciudad y que hasta ahora se ha visto imposibilitada de que sus hijos pudieran aspirar a una profesión»[2]

A raíz de la Ley General de Educación de 1970 se solicitó al Ministerio de Educación y Ciencia el reconocimiento del centro de los grados primero y segundo de la nueva Formación Profesional. Poco después fue posible cursar en Valverde el segundo grado de formación profesional en las ramas de electricidad, construcciones metálicas y máquinas herramientas[3], y quedo sin efectividad el viaje hasta las escuelas de maestrías de Huelva o de Cabra.


LOS CURSOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL ACELERADA.- Las instalaciones del taller-escuela acogieron también cursos de formación profesional acelerada, organizados por la Obra Sindical de Formación Profesional y subvencionados por el Patronato Nacional de Protección al Trabajo. En apenas seis meses de actividad se pretendía dar una cualificación profesional a cientos de trabajadores y «arrancar del oscuro peonaje a los valores humanos». Las lecciones de apertura y de clausura  tenían ese hondo matiz adoctrinador y esa cantinela harto repetida de «hombres de buena voluntad que –según el lenguaje oficialista y en alguna ocasión reproducida por el director Vázquez Limón- son imprescindibles para estos sistemas de enseñanza». Gracias a estos cursos muchos chicos valverdeños y del Andévalo lograron una cualificación profesional que resultaría básica para su promoción laboral. Así nos lo confirman muchos de nuestros entrevistados.

Del 2 de mayo al 30 de octubre de 1963 se celebró el I Cursillo de Formación Profesional Intensiva, dirigido a la preparación de obreros afectados por procesos migratorios. Para tal fin se concedieron 24 becas: 12 de chapistas y 12 de instaladores. Los requisitos eran tener una edad entre 18 y 42 años, saber leer y escribir y los rudimentos de las cuatro reglas de la aritmética, además de no padecer enfermedad contagiosa, ni defecto físico que impidiera realizar los trabajos propios de cada especialidad[1]. En noviembre de 1963 se organizó el II Cursillo de Formación Intensiva, organizado de nuevo por la Obra Sindical de F.P.  Los exámenes de acceso se convocaron  en la primera semana de noviembre. Se ofrecían 12 plazas de chapista y otras 12 de instalador. Los exámenes, celebrados el 6 de noviembre de 1963,  tuvieron dos sedes: una en la capital y otra en el propio Centro de F.P. de Valverde, a fin de facilitar el desplazamiento al lugar más cercano de cada uno de los candidatos[2]. En junio fue clausurado este nuevo curso intensivo con un discurso del director, Juan Vázquez Limón, exhortando la labor de la Organización Sindical y las bondades de la Asociación de Becarios y de ex Becarios. En el curso 1964-65 se realizó el III Cursillo de Formación Intensiva en las ramas de torno, instaladores electricistas y chapa. La relación de alumnos admitidos aparece a continuación:

TORNO

ELECTRICISTAS

CHAPISTAS

ALUMNO
Localidad
ALUMNO
Localidad
ALUMNO
Localidad
Juan Pérez Ramírez
Valverde
Andrés Pérez Mora
Valverde
José Palanco Castilla
Valverde
Federico Morcillo Arroyo
Valverde
Daniel Mantero Castilla
Valverde
Juan A. Parreño Borrero
Valverde
José  Hidalgo Gallardo
Valverde
José Moya Palanco
Valverde
José Lorca Corralejo
Valverde
Pedro Vizcaíno Fiscal
Valverde
Israel Cejudo Arrayás
Valverde
José M. Calero Díaz
La Palma
Agustín Rico Martínez
Calañas
Germán Llanes Moreno
Valverde
Juan J. López Ponce
La Puebla
Tomás Mora Gómez
Calañas
J.M. Romero Domínguez
Valverde
A. Mora Domínguez
La Puebla
Juan Sánchez Fernández
Calañas
A. Bermejo Castilla
Valverde
Fausto Galán Gil
La Puebla
Julián Delcán Arroyo
Calañas
Mº Hidalgo Domínguez
Valverde
Gonzalo Díaz Mora
La Puebla
Fº Fuentes Ortega
Moguer
J.Mª Vázquez Zarza
Zalamea
J.A. Rodríguez Uranga
S. Bartolomé
Fª Gómez Rosado
Castillejos
Juan Rivas García
Zalamea
Fº Millán de Vayas
Hinojos
Manuel  Sánchez Serrano
Corrales
Fº  Gómez Encarnación
Almendro
Pedro Moreno González
El Cerro
Agustín Romero Fdez
El Cerro
Diego Acuña Cruzado
Huelva
Lorenzo Rico González
El Cerro
Ezequiel Perea Villegas
Trigueros
Carmelo Sánchez Rivero
Villalba
Agustín Romero Vázquez
El Cerro
Sancho Santiago Delgado
Trigueros
Rafael Arenas Rdguez
Trigueros
José Vázquez Castillejas
Huelva
Rosendo Fdez Millares
Trigueros
Manuel Romero Cortil
Trigueros
Alberto Conde Bautista
Huelva





[1] Odiel. 27-3-1963.
[2] Odiel. 1-11-1963.


E

miércoles, 15 de junio de 2016

LAS APARADORAS DEL TALLER ESCUELA


Mucho debe la sociedad valverdeña al IES Don Bosco en el difícil camino de la integración social femenina. El taller de aparadoras siguió funcionando, y sobrevivió, aunque sin autorización oficial, al desmantelamiento de la escuela de zapatería, y prosiguió su vida hasta bien entrada la Ley General de Educación de 1970, convirtiéndose en un excelente cauce de integración social de la mujer valverdeña. Desde el primer momento se mimó a las aprendices de los diferentes cursos de cortes-aparados. Al igual que los chicos, ingresaban mediante un examen de acceso y dividían sus enseñanzas en dos cursos de pre-aprendizaje y tres de aprendizaje, aunque fue habitual en los primeros años que la mayoría de alumnas ingresara directamente en el grado de aprendizaje. La escuela profesional les brindaba –así lo atestiguaba la revista Adelante- además de los conocimientos propios del oficio, clases de cultura general. Cursaban tres horas de taller completadas con clases de Geografía e Historia, Gramática, Matemáticas, Religión y no podían faltar en aquellos años  “Labores” y “Prácticas de Hogar”. Entre las profesoras generalistas aparecían Ángeles Nieto Salgado, la Srta “Noni”, Antonia Pérez Aparicio, Carmen Sevilla y Ángeles Barrero. A mediados de los 60, Gracia Clemente Duque, natural de Trigueros era la profesora de educación física y la de humanidades Juani Robles. Además, las chicas disponían de su propia celadora,  María Dolores Suárez.  



1ª Promoción de aparadoras




2ª pormocion. Foto de Rosario Prera

Manuel Romero Pérez impartía la tecnología del calzado, Manuel Lorca Sánchez las clases de dibujo,  Enrique Seguí les enseñaba a cortar zapatos, mientras que Dolores Vélez Domínguez fue la primera encargada de las clases del taller de aparado. Con amplios conocimientos -ya que era propietaria de una fábrica de calzado en el Cabecillo de la Cruz, junto a su hermana Gregoria, dedicada a la producción de zapatos de hombre y mujer y las conocidas “manoletinas”-, fue una profesora de mucho carácter y muy hábil con las manos: sabía hacer zapatos, objetos de marroquinería (bolsos, cinturones), alfombras, muñecos de fieltro, esteras de pita, cosidas con hilo de cáñamo. Además, enseñó a las chicas a coser, a hacer croché e incluso las introdujo en el planchado de la ropa de los internos, aunque esta tarea era odiada por la mayoría de ellas. Nada se le resistía. Tras su marcha, fue sucedida por Aurora Domínguez Berrocal, quien se ocupó de las clases de corte y confección y, voluntariamente, de  las  de guitarra y habaneras, tanto en su etapa en la escuela profesional, como más tarde siendo educadora de la residencia.

Además, las chicas debían superar el curso de la canastilla. Debían prepararse para ser madres y por ello debían comprar telas y confeccionar la canastilla, dirigidas por la señorita Noni y más tarde por Ángeles Barrero: dos camisitas interiores, unos patines, un chalequito y el batón con sus encajes y sobrefalda.  Luego la canastilla se regalaba a la sección femenina. Como lo mismo vale un roto que un descosido, las chicas se ocuparon incluso de las labores propias del personal de limpieza y colada-, cuando aquel fue víctima de una dura gripe y labor suya era asimismo el planchado de la ropa particular y de cama de los internos.

El material imprescindible se componía del uniforme azul de Falange –una simple bata con cinturón y dos bolsillos, decorada con el escudo del partido único- y los arreglos del aseo: toalla, pastilla de jabón, peine...  En la festividad de San Juan Bosco se ponían el uniforme de gala, compuesto de falda azul tableada,  blusa blanca y unos puchos azules que evitaban que se vieran las piernas de las chicas al hacer las tablas de gimnasia. El material escolar se reducía a la «Nueva Enciclopedia Escolar, Iniciación Profesional», editada por Hijos de Santiago Rodríguez. La obra encerraba en un único manual los contenidos básicos de Religión, Lengua Española, Ortografía y Literatura, Aritmética, nociones de Contabilidad,  Geografía, Historia de España, desde la Edad Antigua a la Contemporánea,  Física, Química, Geología, Botánica, Zoología,  Derecho, y Fisiología e Higiene. Todas reconocen haber recibido una formación, tanto técnica como humanística de calidad. Muchas recuerdan las clases de anatomía y el moderno esqueleto que se iluminaba para mostrar las venas y arterias. También muchas de las alumnas conservan el recetario que hicieron, gracias a las explicaciones del profesor de dietética y nutrición. 

La función de las aparadoras en la industria del calzado era y sigue siendo coser mediante máquinas planas o cilíndricas  las piezas suministradas por la sección de cortes. Inicialmente se las enseñaba a aparar utilizando papel y sólo en los últimos cursos tenían acceso a la materia prima real, el cuero. El curso 1957-58 poseía 34 aprendizas, distribuidas en dos cursos escolares. Finalmente, se les enseñaba a confeccionar labores de artesanía con pita, rafia o la elaboración de alfombras, cinturones y bolsos. La escuela-taller les facilitaba  la ropa de trabajo y el atuendo de deportes, así como el almuerzo y la merienda, todo ello de forma absolutamente gratuita[1]. El almuerzo se componía de dos platos y postre, y la merienda de un trozo de pan y otro de chocolate, repartido, a los pies de las escaleras, por el conserje.
Viaje a Cádiz. Junio de 1965 
Alumnas de aparado. Febrero de 1964


Desde su fundación en 1956, la escuela formó a un ingente número de niñas. En la primera promoción destacaron  Isabel Membrillo Vélez, Dolores Corralejo Borrero, María Sacramento Vélez Lazo, María Parra Moriche, Araceli Guisado Vera, Fernanda Herrera Villegas, Inés María Lazo López, Reposo Sánchez Borrero, Isabel Mantero Corralejo, Mari Carmen Garrido Buenafé, Josefa de Jesús Fiscal Salas, Ana Arrayás Ponce, Juana Rodríguez Moro y María Reposo Gorgoño  Delgado… En la segunda promoción destacaron Rosario Ramírez Prera, Arsenia Chaparro Domínguez, Isabel Vélez Mongango, Iluminada Castilla Mongango, Mª Josefa Requena, las hermanas María y Francisca Romero, Josefa Fiscal, Juani Garrido, Juani Rodríguez, Purificación Romero, Dolores Blanco Blanco, Dolores Moya Moya, María Fernanda Garfía, Dolores Fiscal, Reposo Pernil, Reposo Quintero, Josefa Cejudo, Isabel Tocino Fiscal, Loli Corralero, Francisca Vizcaíno.  En  el curso 1964-65 fueron alumnas Mª Dolores Pedrada, Petri González, Mª Dolores Quiñones, Mª de los Ángeles Tocino, Josefa Constantino, Natividad López, Ana Bermejo, Gloria Lazo, Manuela Galán, Teresa Mantero, Ilde Alamillo, Mª Reposo Tirado, Ramona Mantero, Aurora Bermejo, Ana María, Mª Cristina Carrero o Manuela  Boniquito entre otras.  

En el curso 1975-76 solo había 3 alumnas: Pepi, Elisa y Conchi. Las clases seguían a cargo de Pérez Vázquez, Ramón Mora,  Ángeles Barrero, mientras que Aurora Domínguez se encargaba de las clases de aparado y de corte y confección. Fue el penúltimo año de las chicas de cortes aparados, ante la falta alarmante de matriculaciones. Muchas de aquellas jovencitas se dedicaron  a aparar en sus propias casas la “tarea” que les encomendaban las principales empresas locales.   

Las chicas, igual que sus compañeros varones, recibían una educación disciplinada. La celadora se ocupaba de controlar las salidas, tanto en el recreo como en los cambios de clase, poniendo especial cuidado en no permitir la cercanía entre chicos y chicas. Si los chicos estaban en el patio superior, las jovencitas quedaban recluidas en el patio de abajo o en las pistas deportivas. Rosario Ramírez Prera nos confirma que ante cualquier chiquillada «nos ponían en el tablón de anuncios, lo que nos daba mucho coraje». De ahí, se hacía necesaria la visita diaria al tablón de anuncios para comprobar si se había recibido algún castigo, el motivo y la sanción impuesta. Mª Dolores Pedrada nos recuerda que, a mediados de la década de 1960, la cuestión continuaba igual. «Si  hacíamos alguna chiquillada nos castigaban de pie en el pasillo, junto a los despachos del director y el secretario. Si no aparecían las culpables de la pillería, el castigo se hacía extensivo a toda la clase». El escarmiento era mayor, ya que además recibían las burlas de sus compañeros varones.  La promoción de 1964 recuerda una sanción que les dolió de manera especial: programaron una excursión a Monte Gordo y por una travesura que hicieron en el taller les prohibieron las salidas durante todo el curso. Pepi Flores recuerda cómo, incluso en los últimos años, había que cumplir dichos castigos los domingos, sin poder salir del salón de actos. 

Sólo por San Juan Bosco –la venia parecía proceder del santo- se levantaba la prohibición de hablar con los chicos. La festividad permitía un cierto relax dentro del asfixiante control al que eran sometidos los alumnos. Pero la cerrazón y dura disciplina era rechazada a veces por las más osadas. Arsenia Chaparro nos recuerda, desde Sitges, su paso por el centro y la escapada, capitaneada por Dolores Blanco y Dolores Moya con ocasión de los carnavales, el aviso de Francisca Ramírez para evitar males mayores, el envío de cartas a las niñas afectadas y el enfado de muchos padres ante aquel incidente. 

San JUan Bosco. 1964

Esa misma exigencia se hacía extensible a la obligación del estudio. Cada año –así lo recuerda Mª Dolores Pedrada- «había que sacar nota suficiente para el siguiente curso, si no, no teníamos beca y sin beca nos expulsaban». Era necesario que las alumnas hincaran los codos si querían continuar en el centro, al menos un año más. Arsenia Ramírez nos cuenta también cómo la escuela abría una cuenta corriente en la Caja Provincial de Ahorros, sita en la calle Calvo Sotelo –actual Real de Arriba-, número 40, a las primeras alumnas, con la prohibición de sacar sus caudales antes de cumplir los 18 años. Pero muchas de aquellas jovencitas no acabaron la oficialía ante las urgencias económicas de sus familias y comenzaban a trabajar en alguna de las fábricas valverdeñas, apenas cumplidos los 16 años. 









La integración social femenina vino no sólo de la mano de la formación profesional, sino también del deporte. Para las chicas el régimen franquista había previsto la gimnasia rítmica y el voleibol, mientras que reservaba para los chicos el fútbol y el atletismo. El uniforme deportivo se componía de una falda azul tableada y de blusa blanca y, junto a la falda, el «pucho», una especie de pantalón con elástico por encima de la rodilla para evitar exponer los muslos de las chicas a la vista inquieta de sus compañeros. Junto a las “pistas de abajo” pasaban las aguas sucias de Valverde, aún sin canalizar y más de una vez caía en ella la pelota de voleibol. Pese a todos los inconvenientes, estas chicas alcanzaron altas cotas en las competiciones andaluzas. Un buen ejemplo fue el equipo femenino de voleibol (por entonces conocido como balón volea) del Centro Sindical que llegó a ascender a Segunda División. Se había formado bajo los auspicios de Ángeles Barrero, a la sazón profesora de educación física, aunque fue realmente su marido, Antonio Fernández Rabadán, quién se convirtió poco después en su entrenador y verdadero adalid. El curso 1973-1974, las chicas del voleibol jugaron federadas y quedaron campeonas de la Tercera División, enfrentándose a equipos de reconocida talla como Gil Márquez, Veracruz y Telefónica, todos ellos de la capital onubense. Fue, por entonces, el único equipo onubense capaz de ascender a  Segunda División Andaluza.

Las componentes del «Medina Valverde» fueron Rosario Bermejo Bermejo, Luci Romero de la Rubia, María Isabel Pérez Rodríguez, Petra Cejudo Corralejo, María Dolores Quiñones Boniquito, María Romero Vázquez, Rosario Cruz Trabajo y Josefa Bermejo Bermejo. La escuela les ofreció el equipamiento: falda blanca y blusa celeste, y el ayuntamiento les regaló un balón. La subvención de 750 pesetas con cargo a la Delegación Provincial de Balón Volea les permitió el abono de su desplazamiento a las provincias de Sevilla,  Cádiz, Córdoba y Málaga. En la liga del año 1975-1976 se torció  la trayectoria del equipo: a principios de noviembre de 1975, -Franco se encontraba ya en el lecho de muerte desde finales de octubre-, la Sección Femenina decidió no seguir apoyando al equipo ante la falta de presupuesto. Las valverdeñas tuvieron que retirarse de la competición. Este fue el  fin prematuro de este conjunto aficionado que elevó a enormes cotas el  nombre de nuestro pueblo y de nuestro centro educativo. 




Hoy en día, la integración femenina parece estar superada, aunque siempre quedan flecos. Por ello, desde el centro, tratamos de  profundizar en el camino de una verdadera coeducación.






[1] Adelante, nº 1.

miércoles, 11 de mayo de 2016

LA FESTIVIDAD DE SAN JUAN BOSCO, patrono de la formación profesional, era la que más pasiones levantaba entre la chavalería de los talleres. La víspera había cine: la escuela pagaba la entrada a sus alumnos para acudir al Cinema Valverde. Las actividades del 31 de enero se iniciaban con la celebración de la misa. En 1960, el 31 de enero fue domingo. Por los datos extraídos del Boletín Parroquial, los alumnos de la escuela profesional  tuvieron misa a las once de la mañana, oficiada por el profesor de religión, el reverendo. Manuel Vélez Fernández[1]. Pero en los años posteriores, la fiesta se trasladó al propio centro escolar. Empezaba con una misa de comunión general, a menudo celebraba en el vestíbulo del centro escolar. En 1962 fue oficiada por el párroco de Trigueros, mientras se ocupó de la plática  Manuel Vélez, a la sazón profesor de religión y de lengua del taller-escuela. A fines de la década de 1960, la eucaristía se hizo más rica , gracias a los cánticos del coro mixto del colegio que interpretaba a cuatro voces salmos y espirituales, y las ofrendas de trabajos en piel, madera, chapa y electricidad por parte de los propios alumnos «mediante sencillas pero devotas palabras»[2].

Tras la misa, llegaba la representación teatral,  preparada por los propios alumnos, entre los que destacó Consuelo Romero, a pesar de sus problemas de garganta. A continuación, alumnos, profesores y autoridades pasaban a la explanada anterior, situada delante de la fachada principal, donde se celebraban espectaculares pruebas de gimnasia y tablas de educación física, saltos de potro y caballete, todos ellos profusamente aplaudidos por la asistencia. Se completaban los actos con los tradicionales juegos entre alumnos: carreras de sacos, carreras de cintas, o el difícil arte de comer chocolate con los ojos vendados. Se jugaba por parejas, de manera que cada tándem trataba de dar chocolate al compañero. Era divertido y el cacao acababa llenando a todos, jugadores y espectadores. Resultado parecido tenía la búsqueda, con la simple ayuda de la boca, de la moneda escondida en el plato de harina. Muchos curiosos, habitantes de los alrededores, se asomaban al patio y eran copartícipes del jolgorio general.

La carrera de burros era de los actos más espectaculares. Los alumnos participantes buscaban el burro más viejo, ya que, según las reglas de esta curiosa competición,  ganaría el que más tarde llegara a la meta. La prueba bordeaba el antiguo campo de fútbol y volvía al centro a través de la calle Diputación. A continuación, se procedía a la entrega de premios de los campeonatos deportivos celebrados las semanas anteriores: tenis de mesa, ajedrez, damas, dominó, fútbol, baloncesto y voleibol.  La celebración continuaba  con el almuerzo común y finalizaba con una velada folklórica en la que algunos de los alumnos mostraban sus inclinaciones artísticas.  El 31 de enero de 1962 fueron artistas por un día los alumnos María Josefa,  Gloria Arroyo, Mari Carmen Diéguez Vélez y un conjunto de baile. El cronista habla asimismo de la valiosa colaboración en estos actos de la sección femenina, a través de dos de sus camaradas enviadas al centro con el cometido de asesorar  para que la fiesta alcanzase la mayor brillantez posible.

No faltaban los representantes de la Organización Sindical franquista, siendo habitual la presencia del delegado provincial de sindicatos. En el San Juan Bosco de 1967, a las 11 de la mañana, como era habitual, se celebró  la misa oficiada por el capellán, con panegírico a cargo del asesor religioso de la Organización Sindical, el Padre Castro Merello. Tras el programa de actividades lúdicas, se impusieron medallas a los productores León Ortega y Contreras. Por la tarde, actividades deportivas y la sesión cinematográfica[3]. Dos años más tarde, en 1969, las autoridades estaban compuestas por Ángel García del Bello, secretario provincial  de Sindicatos,  José Martí Pascual, vicesecretario de obras sindicales, y el Sr Buade, secretario de la obra sindical  de Educación y Descanso[4].

Desde 1975 se amplió la oferta lúdica con la celebración de una fiesta de fin de curso, uno de cuyos puntos destacados era la elección de la reina del T.EJ.A. (Taller Escuela José Antonio) y de sus damas de honor. En 1975 la elegida fue Antonia García Blanco, acompañada, en calidad de damas de honor, por Manoli Contioso Mora, Pepi Flores Gutiérrez, Manoli Fernández Gutiérrez y Ana Mª Cera Recio, y por los  hijos de Rami y Javier «Zarrita», encargados aquel año de llevar las bandas. En el salón de actos, las damas y la reina se ocupaban de la entrega de premios a las actividades culturales y deportivas. El acto acababa con un fabuloso baile con orquesta para los chicos y chicas y sus familias, celebrado en las pistas deportivas. 

Al año siguiente, en 1976, las pocas alumnas que quedaban coparon los puestos de honor: Conchi , la reina y sus damas  Elisa, Repo León y de nuevo Pepi Flores. Al año siguiente, cuando el taller de cortes aparados estaba a punto de desaparecer, las elegidas fueron Pepa Ramos, María José Morián, Manoli Contioso. Juani Macías y Elisa.



[1] Hoja parroquial. Domingo 31 de enero de 1960
[2] Odiel, 6-2-1969.
[3] Odiel 26-1-1967
[4] Odiel, 6-2-1969.

miércoles, 20 de abril de 2016

EL CURSO ACADÉMICO Y LA JORNADA ESCOLAR.- El curso se prolongaba desde principios de octubre hasta finales de junio, con tres exámenes trimestrales. En la segunda quincena de septiembre se realizaban los exámenes extraordinarios para los alumnos con asignaturas suspensas en junio. A modo de ejemplo, sabemos que en septiembre de 1966 de los 40 alumnos implicados 6 no se presentaron y 8 fueron suspendidos[1].

Cada mañana, al  llegar los alumnos, se procedía a izar la bandera española y se cantaba el Cara al Sol, se formaba en el patio y se entraba en fila en las clases. Eran las directrices marciales de su primer director, Eleuterio Torrelo. A continuación, comenzaba la jornada. Así describía una jornada escolar el primer director del centro dirigiéndose a los padres de los pequeños: «Clases, talleres, conferencias del capellán y un buen rato de gimnasia y de pegarle al balón; hay un pequeño descanso al filo de las 11 para el obligatorio vaso de leche, comida a la una, descanso hasta las tres y de nuevo talleres, clases y deportes. Así un día y otro, y con resultados francamente buenos; lo tendréis que ir notando vosotros mismos, al comprobar cómo ensanchan sus hombros y endurecen los músculos vuestros hijos, por la práctica diaria de los deportes, cómo su formación cultural aumenta y cómo en el oficio, que eligieron van, sin prisas contraproducentes, alcanzando la progresión prefijada».






Los chicos y chicas del centro, además del oficio elegido debían superar las siguientes disciplinas: aritmética, dibujo industrial, tecnología, gramática, geografía e historia, ciencias físico-naturales, álgebra, trigonometría, y física y química. Inicialmente la plantilla se componía de «un competente cuadro de monitores, formado por siete maestros de taller y siete profesores .También cuentan los alumnos con un profesor de cultura física y un sacerdote para la enseñanza religiosa»[2].

El horario de la escuela era de 9 de la mañana a las 7 de la tarde en los cursos de aprendizaje y hasta las 6 en los de pre-aprendizaje. Por la mañana solían ser las clases de cultura general y por la tarde tres horas de  especialidad. Había dos horas para comida y recreo, además del vaso de leche por la mañana y el queso blando para la merienda. Tras el almuerzo, de nuevo había que formar en el patio, antes de volver a las aulas. De 7 a 9 de la tarde, antes de la cena, llegaba la hora de estudio, en la que los chicos trataban de interiorizar todos los conocimientos aprendidos en el día, con la ayuda inestimable de los educadores. En la hora de estudio los chicos se dividían entre el salón de actos –dotado de sillones de pala, pupitres bipersonales y mesas con sillas- y las aulas del piso superior. Además,  la hora de estudios se prolongaba al domingo en el caso de los castigados. 


A mediados de la década de 1960 había 24 horas semanales de clases teóricas y entre 9 y 20 horas de clases prácticas, en función de los cursos[3].  Los alumnos disponían de un coeficiente de 30 puntos, divididos a partes iguales entre conducta y notas de clase. De ellos se iban descontando las sanciones con arreglo a los baremos establecidos. Era un sistema muy parecido al actual carnet por puntos. A partir de ese sistema existía una jerarquía de alumnos, que servía para encuadrarlos, según sus preferencias. Así lo expresaba un alumno de la primera promoción al diario Odiel: ¿Yo podré pasar a electricidad, verdad? Hago el número nueve de la clasificación general. Y como explicación a su interés nos aclara. Mi padre me ha dicho que piense bien antes de decidirme. Y a mí me gusta la electricidad»[4].



El recreo 




Además de las clases, la labor formativa y adoctrinadora se completaba con conferencias semanales por grupos  y ejercicios espirituales para profesores y alumnos en tiempo de Cuaresma.

Miguel Rasero, antiguo profesor del grupo escolar, amenazaba con terminar en la escuela profesional a aquellos alumnos que no fueran capaces de solucionar un determinado problema. Esa fue una de las cruces de la Escuela Profesional valverdeña. Algunos consideraban que era el lugar destinado a los malos estudiantes. Pero la realidad es tozuda y lo cierto es que por sus aulas pasaron excelentes chicos que se convirtieron en excelentes profesionales y que recibieron, además del adiestramiento en el oficio elegido, otras  enseñanzas de calidad a nivel científico y humanístico. 

ESCUELA DE ADOCTRINAMIENTO: LA OJE Y LA SECCIÓN FEMENINA.-

Los alumnos, debidamente sindicados, debían además pertenecer a la OJE. La Organización Juvenil Española, nacida en julio de 1960 en sustitución del anticuado Frente de Juventudes, era una institución dependiente de la Secretaría General del Movimiento Nacional. Su función, al igual que el de su antecesora, era coordinar y organizar la formación ideológica y moral de los niños y jóvenes entre 10 y 21 años. Su organización en el centro correspondió a Carlos Rizzo Martínez, quien se ocupaba de la labor de adoctrinamiento y de la afiliación de los chicos. José Arenas Parreño, alumno de la 1ª promoción del Taller Escuela llegó a ser destacado miembro de la OJE. José recuerda sus viajes a los campamentos y albergues juveniles de la organización. También, muchos valverdeños recuerdan aún el campamento Gil Martín, ubicado en los Pinos del Manano desde los primeros años cuarenta. Juan Antonio Tirado Andrino, profesor de educación física de este centro, era el  jefe provincial de la OJE en los años 1962-63 y debió contribuir al reforzamiento de la institución en nuestro pueblo.

La OJE local se articulaba en torno a la Centuria Viriato, convertida en formación paramilitar de jóvenes balillas. El domingo 15 de diciembre de 1957 los miembros de la centuria fueron invitados a una excursión a Huelva. Tras escuchar misa en la Iglesia de San Francisco  llegaron a la Punta del Sebo y de allí marcharon, en canoa, hasta el Monasterio de la Rábida. A la una de la tarde ya se encontraban en la escuela de orientación profesional de flechas navales –fundada por Franco en su visita a Huelva de 1956-, donde se disputó un partido entre el equipo titular de la escuela profesional, llamado Betis y el de los flechas navales que terminó con victoria valverdeña por 1 a 4.  Miembros de aquel equipo eran José Arenas, Cipriano Prieto Hernández, Widelio, Luis Domínguez. Tras almorzar en Palos volvieron a Huelva donde presenciaron el encuentro Recreativo-Extremadura.

Con motivo de la festividad del 2 de noviembre, Día de los Difuntos, los chicos de la OJE debían hacer guardia junto a la Cruz de los Caídos, turnándose durante toda la noche. A fines de la década de 1960, eran enviados durante una quincena al campamento veraniego de Mazagón, a donde se desplazaba el cuerpo de cocina de la escuela para atenderlos. Más tarde, ya en los inicios de la década de 1970, situó su sede en la antigua escuela de Dª María Ruiz, en la calle Sor Ángela. Entonces fue su presidente Juan Miguel Bando. Pero el sentido ya era otro. Allí se realizaban bailes los domingos a 6 pesetas la entrada, juegos de ajedrez y ping-pong, disponía de biblioteca en el piso alto y de su propio equipo de fútbol que se desplazaban a los pueblos cercanos.


Las chicas no debían escapar del control de la dictadura y para ellas se creó la Sección Femenina, dependiente de FET y de las JONS. La organización, fundada por Pilar Primo de Rivera en 1934, se ocupó, una vez acabada la Guerra Civil, de preparar a la mujer en el aspecto cultural, de economía doméstica, labores artesanas y tareas culinarias, además de gestionar el llamado servicio social, diseñado como la contribución femenina obligatoria para acceder al funcionariado y a la universidad, parangonable con el servicio militar masculino. De una manera muy sencilla lo describía la conocida Enciclopedia Álvarez:  su misión era doble «servir a la Patria en quehaceres propios de la mujer y preparar a ésta para que el día de mañana pueda formar una familia cristiana, patriótica y ejemplar»[5]. Por ello, las chicas de aparado –así nos los recuerda Rosario Ramírez Prera- fueron llevadas en alguna ocasión a la sede onubense de la sección femenina, donde recibían la preceptiva charla y un merecido viaje al Monasterio de la Rábida. Con sus uniformes de falange, las chicas de cortes aparados estuvieron en Huelva para recibir al Caudillo y a continuación, ya en Los Pinos de Valverde,  fueron premiadas con un bollo de pan, una lata de sardinas en escabeche y un huevo duro. La sección femenina premiaba también a los mejores expedientes académicos, concediendo becas de estudio en su colegio del Conquero, aunque el salto hacia Huelva de las chicas de la escuela profesional se hizo a menudo insalvable, ya que sus padres preferían su inclusión en el mundo laboral.

PREMIOS Y VIAJES DE ESTUDIOS.-


Al comienzo de cada curso, los alumnos más destacados recibían  premios acreditativos a su esfuerzo. Eran diplomas de honor que valoraban, tanto la buena conducta, como su aprovechamiento académico. Solían ser entregados en el acto solemne de apertura del nuevo curso escolar. Además, cada año los alumnos visitaban los principales centros profesionales de nuestro entorno. 


El viernes 25 de abril de 1958 la dirección de la escuela premió a sus alumnos más aventajados con un viaje a Sevilla, acompañados por el director, seis profesores y Juan Márquez García, secretario provincial de la Organización Sindical onubense. En aquella ocasión visitaron la Empresa Nacional Elcano, conocieron sus talleres y la fase final de la construcción del buque “Ciudad de Guayaquil”, se interesaron por los últimos avances en soldadura autógena y marcharon luego a la Universidad Laboral “Nuestra Señora de los Reyes”, dedicada a la formación de jóvenes agricultores, donde coincidieron con sendas expediciones de Las Palmas y Tenerife con igual propósito que los valverdeños. A media tarde visitaron la feria de muestras y emprendieron viaje de regreso[6]. El domingo 15 de diciembre de 1957 los miembros de la Centuria Viriato fueron invitados  a una excursión a Huelva, donde visitaron la Punta del Sebo, la Rábida y presenciaron el partido de fútbol Recreativo-Extremadura.  El 30 de diciembre de 1963, los 24 componentes del segundo curso de formación intensiva de las ramas de electricidad y chapistería acudieron a Huelva, a los talleres de la Compañía Española de Minas de Riotinto. Allí recibieron una interesante charla por parte del ingeniero jefe Sr. Pasca Mora. Visitaron las obras de la Ciudad Deportiva y almorzaron en un céntrico restaurante. A las 7 de la tarde, recibieron una conferencia del vicesecretario provincial de Ordenación Económica, el ingeniero de minas José María Gómez Oteo sobre el tema “las carreras técnicas ante el Plan de Desarrollo Económico”, inscrita dentro de la Asamblea General de la Asociación de Becarios de la Organización Sindical[7]. En la primera semana de julio de 1966, los alumnos de 3º de Oficialía que acababan de superar el examen de reválida en Huelva visitaron los centros fabriles y principales monumentos de Sevilla, Córdoba, Cabra, Granada, Málaga, Marbella y Jerez.[8]. Al llegar a Málaga se hospedaron en la residencia escolar “Francisco Franco” de la capital malagueña, ubicada junto al estadio de fútbol de la Rosaleda.



Viisita Central térmica 1962.


En la Rábida 

CONCURSOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL Y FERIAS DE MUESTRAS.- La Delegación Nacional de Juventudes, a través de su sección de Centros de Trabajo,  convocaba anualmente el concurso de aprendices de formación profesional con la finalidad de que estos alumnos demostraran su destreza y ello les sirviera de estímulo.

 En 1960, con motivo del XIV Concurso de Formación Profesional celebrado en la capital onubense, la escuela de artes y oficios dio nada más y nada menos que 8 campeones y 3 subcampeones. Los ocho agraciados fueron Domingo García Testón y José Luis Rosa Castilla, en forja, José Arenas Parreño y Manuel Silva Masera, en torno, Manuel Rubio Alvárez, en carpintería, Amable Contioso Vizcaíno, en cerrajería, Sergio Contioso Sánchez, en soldadura oxiacetilénica, y Juan Antonio Pérez Lemus en fresa. La lista se completó  con tres subcampeonatos, los conseguidos en carpintería (Salvador Palanco Rite), soldadura eléctrica (Lorenzo Barrero Flores) e instalador electricista (Juan Rico Rodríguez).


De la misma manera, el taller-escuela José Antonio participaba con sus trabajos en las frecuentes ferias de muestras de aquellos años. En abril de 1960 envió al pabellón que Huelva tenía instalado en la Feria de Muestras de Sevilla una selección de los mejores trabajos de sus talleres: una mesa y cuatro sillones de gavilla de hierro, una lavadora eléctrica, una pantalla-pie de luz, veinte pares de zapatos de distintos modelos, tanto de caballero como de señora, muñecas, alfombras, animales de fieltro y serrín, monederos y bolsos de piel, cucharas y perchas de cocina. Tampoco faltaron, año tras año, sus trabajos en el Concurso Local de Artesanía y en las Ferias Internacionales del Campo. 

Por último, a nivel meramente interno, eran frecuentes las visitas de los cargos sindicales provinciales a los  talleres para apreciar la producción de los propios alumnos in situ. Con ocasión de la clausura del III Curso de Formación Intensiva varios alumnos, Rafael Arias Rodríguez, Manuel Romero Cortill y Antonio Bermejo Castilla, mostraron al delegado provincial de sindicatos un cuadro de distribución eléctrica y una amplia exposición con todos los trabajos realizados[9]. Igualmente el centro, convertido en pequeña feria permanente, ofrecía a todos los visitantes una muestra selecta de las mejores producciones de sus talleres.






[1] Odiel 14-10-1966.
[2] Odiel, 23 de abril de 1956, p. 7
[3] Memoria del curso escolar 1965-66.
[4] Odiel, 23-06-1957.
[5] A. Alvárez. Enciclopedia. Tercer Grado. 1966. Ed. Miñón. p. 625. Véase también Nueva enciclopedia escolar Iniciación profesional, págs. 951-952. 
[6] Odiel, 27 de abril de 1958. Recogido asimismo por Adelante. nº 1.
[7] Odiel. 1-1-1964.
[8] Odiel 14-10-1966.
[9] Odiel. 14-5-1965.