Los años 80
60 AÑOS EN COMÚN. DE LA ESCUELA PROFESIONAL AL IES DON BOSCO. VALVERDE DEL CAMINO
domingo, 4 de septiembre de 2016
miércoles, 10 de agosto de 2016
martes, 12 de julio de 2016
TAMARA GÓMEZ CARRERO
El Don Bosco, una segunda familia, un segundo hogar. Para aquellos alumnos que teníamos que abandonar el colegio tras acabar sexto de primaria, salir de nuestra zona de confort suponía miedo a lo desconocido, pero sobre todo incertidumbre, sentimientos comunes a todos los que teníamos que hacer frente a aquél cambio. Nada que ver cuando llegué al Don Bosco. El miedo se desvaneció y lo desconocido se transformó en conocido, porque allí eras uno más, estabas en tu casa. Los profesores eran maestros pero también amigos a los que poder acudir en caso de dudas, problemas o adversidades; no había una mañana en la que entraras al centro y los conserjes no te saludaran, te dieran ánimos o te alegraran la mañana con alguna historia; los recreos se hacían más ameno si ibas a la cafetería y echabas un buen rato con Floren y el equipo directivo del centro era una guía, era un libro abierto al que podías acudir en cualquier momento. Sin duda, estudiar así hacía la tarea mucho más sencilla.
Cuando ya estaba en primero y segundo de bachillerato, tras pasar toda la secundaria en el centro, deseaba empezar la nueva etapa que llegaba a mi vida estudiantil, la universitaria. Cosas de la vida, ahora aprovecho cualquier oportunidad para volver al centro, agradezco cada vez que cuentan conmigo para cualquier acto y sólo tengo palabras de agradecimiento para todos y cada uno de los que han hecho posible que esta experiencia, se haya convertido en una experiencia vital que me ha mejorado tanto académica como personalmente y estoy muy orgullosa de haber formado parte de esta familia tan maravillosa... la que formamos todos y cada uno de los que están y hemos estado en el IES Don Bosco.
RECOGIENDO EL DIPLOMA DE FIN DE ESTUDIOS
DE SEGUNDO DE BACHILLERATO
El Don Bosco, una segunda familia, un segundo hogar. Para aquellos alumnos que teníamos que abandonar el colegio tras acabar sexto de primaria, salir de nuestra zona de confort suponía miedo a lo desconocido, pero sobre todo incertidumbre, sentimientos comunes a todos los que teníamos que hacer frente a aquél cambio. Nada que ver cuando llegué al Don Bosco. El miedo se desvaneció y lo desconocido se transformó en conocido, porque allí eras uno más, estabas en tu casa. Los profesores eran maestros pero también amigos a los que poder acudir en caso de dudas, problemas o adversidades; no había una mañana en la que entraras al centro y los conserjes no te saludaran, te dieran ánimos o te alegraran la mañana con alguna historia; los recreos se hacían más ameno si ibas a la cafetería y echabas un buen rato con Floren y el equipo directivo del centro era una guía, era un libro abierto al que podías acudir en cualquier momento. Sin duda, estudiar así hacía la tarea mucho más sencilla.
Cuando ya estaba en primero y segundo de bachillerato, tras pasar toda la secundaria en el centro, deseaba empezar la nueva etapa que llegaba a mi vida estudiantil, la universitaria. Cosas de la vida, ahora aprovecho cualquier oportunidad para volver al centro, agradezco cada vez que cuentan conmigo para cualquier acto y sólo tengo palabras de agradecimiento para todos y cada uno de los que han hecho posible que esta experiencia, se haya convertido en una experiencia vital que me ha mejorado tanto académica como personalmente y estoy muy orgullosa de haber formado parte de esta familia tan maravillosa... la que formamos todos y cada uno de los que están y hemos estado en el IES Don Bosco.
RECOGIENDO EL DIPLOMA DE FIN DE ESTUDIOS
DE SEGUNDO DE BACHILLERATO
martes, 21 de junio de 2016
DE LA OFICIALÍA A LA MAESTRÍA
LA ESCUELA PROFESIONAL EN LOS AÑOS DEL FRANQUISMO (II)
Juan Carlos Sánchez COrralejo
De la Escuela Profesional al IES Don Bosco, pp. 38-41.
I.S.S.N. 84-690-2378
Juan Carlos Sánchez COrralejo
De la Escuela Profesional al IES Don Bosco, pp. 38-41.
I.S.S.N. 84-690-2378
DE LA OFICIALÍA A LA MAESTRÍA.- En 1960 la Escuela aparecía totalmente consolidada y su título era convalidable con el de bachillerato elemental. Así lo expresaba el alcalde valverdeño: «esta escuela ha sido reconocida por el Ministerio de Educación Nacional recientemente y el título que expide tiene validez oficial en toda España; es más a partir del próximo curso, con la posesión del título final de capacitación se podrá convalidar fácilmente en un Instituto de Segunda Enseñanza por el de Bachiller Elemental»[1].
El decreto 914/1960 de 4 de
mayo (BOE del 13 de mayo) estableció las convalidaciones entre la Formación
Profesional y las de Bachillerato Laboral Elemental y Bachillerato General Laboral. En 1963, por
decreto de 31 de enero, el
taller-escuela fue reconocido como centro no oficial, o lo que es lo mismo se
le reconoció el Grado de Oficialía
Industrial, de conformidad con lo preceptuado en la Ley de FPI. La Ley de 20 de
julio de 1955 de Formación Profesional Industrial buscaba una preparación
adecuada de los trabajadores técnicos. Para ello, establecía escuelas de
pre-aprendizaje, escuelas de aprendizaje y escuelas de maestría industrial. Las
dos primeras tuvieron cabida en la escuela profesional valverdeña, no así la
tercera. Por ello, aquellos primeros
alumnos permanecían en el centro 5 años, dos de aprendizaje, -más tarde llamado
curso de adaptación, a fin de convalidar los estudios primarios, a menudo
inacabados- y tres de oficialía.
Terminaban con el título de oficiales de 3ª categoría, que había de ser
revalidado en la Escuela de Maestría Industrial de Huelva. Por tal motivo, a
principios de junio se celebraban los exámenes finales de 3º de oficialía, para
dar tiempo a los alumnos a presentarse a los exámenes de reválida que se
celebraban en la capital onubense. En
1966, la escuela valverdeña de artes y oficios envió a la revalida a los 25
alumnos de 3º de oficialía. Todos resultaron aprobados, muestra palpable de la
calidad de las enseñanzas impartidas en Valverde.
La puesta en marcha de la
escuela de F.P. significó un incremento notable de las posibilidades de
promoción laboral de las clases más modestas de la localidad. La enseñanzas del
centro sindical iban dirigidas «exclusivamente hacia los hijos de los
trabajadores y son totalmente gratis, fácil es comprender el interés tan enorme
que supone para la clase más débil de nuestra ciudad y que hasta ahora se ha
visto imposibilitada de que sus hijos pudieran aspirar a una profesión»[2].
A raíz de la Ley General de
Educación de 1970 se solicitó al Ministerio de Educación y Ciencia el
reconocimiento del centro de los grados primero y segundo de la nueva Formación
Profesional. Poco después fue posible cursar en Valverde el segundo grado de
formación profesional en las ramas de electricidad, construcciones metálicas y
máquinas herramientas[3],
y quedo sin efectividad el viaje hasta las escuelas de maestrías de Huelva o de
Cabra.
LOS
CURSOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL ACELERADA.- Las instalaciones del taller-escuela acogieron también cursos de
formación profesional acelerada, organizados por la Obra Sindical de Formación
Profesional y subvencionados por el Patronato Nacional de Protección al
Trabajo. En apenas seis meses de actividad se pretendía dar una cualificación
profesional a cientos de trabajadores y «arrancar del oscuro peonaje a los
valores humanos». Las lecciones de apertura y de clausura tenían ese hondo matiz adoctrinador y esa
cantinela harto repetida de «hombres de buena voluntad que –según el lenguaje
oficialista y en alguna ocasión reproducida por el director Vázquez Limón- son
imprescindibles para estos sistemas de enseñanza». Gracias a estos cursos
muchos chicos valverdeños y del Andévalo lograron una cualificación profesional
que resultaría básica para su promoción laboral. Así nos lo confirman muchos de
nuestros entrevistados.
Del
2 de mayo al 30 de octubre de 1963 se celebró el I Cursillo de Formación
Profesional Intensiva, dirigido a la preparación de obreros afectados por
procesos migratorios. Para tal fin se concedieron 24 becas: 12 de chapistas y
12 de instaladores. Los requisitos eran tener una edad entre 18 y 42 años,
saber leer y escribir y los rudimentos de las cuatro reglas de la aritmética,
además de no padecer enfermedad contagiosa, ni defecto físico que impidiera
realizar los trabajos propios de cada especialidad[1]. En noviembre de
1963 se organizó el II Cursillo de Formación Intensiva, organizado de nuevo por
la Obra Sindical de F.P. Los exámenes de
acceso se convocaron en la primera
semana de noviembre. Se ofrecían 12 plazas de chapista y otras 12 de
instalador. Los exámenes, celebrados el 6 de noviembre de 1963, tuvieron dos sedes: una en la capital y otra
en el propio Centro de F.P. de Valverde, a fin de facilitar el desplazamiento
al lugar más cercano de cada uno de los candidatos[2].
En junio fue clausurado este nuevo curso intensivo con un discurso del
director, Juan Vázquez Limón, exhortando la labor de la Organización Sindical y
las bondades de la Asociación de Becarios y de ex Becarios. En el curso 1964-65 se realizó el III Cursillo de
Formación Intensiva en las ramas de torno, instaladores electricistas y chapa.
La relación de alumnos admitidos aparece a continuación:
TORNO
|
ELECTRICISTAS
|
CHAPISTAS
|
|||
ALUMNO
|
Localidad
|
ALUMNO
|
Localidad
|
ALUMNO
|
Localidad
|
Juan
Pérez Ramírez
|
Valverde
|
Andrés
Pérez Mora
|
Valverde
|
José
Palanco Castilla
|
Valverde
|
Federico
Morcillo Arroyo
|
Valverde
|
Daniel
Mantero Castilla
|
Valverde
|
Juan
A. Parreño Borrero
|
Valverde
|
José Hidalgo Gallardo
|
Valverde
|
José
Moya Palanco
|
Valverde
|
José
Lorca Corralejo
|
Valverde
|
Pedro
Vizcaíno Fiscal
|
Valverde
|
Israel
Cejudo Arrayás
|
Valverde
|
José
M. Calero Díaz
|
La
Palma
|
Agustín
Rico Martínez
|
Calañas
|
Germán
Llanes Moreno
|
Valverde
|
Juan
J. López Ponce
|
La
Puebla
|
Tomás
Mora Gómez
|
Calañas
|
J.M.
Romero Domínguez
|
Valverde
|
A.
Mora Domínguez
|
La
Puebla
|
Juan
Sánchez Fernández
|
Calañas
|
A.
Bermejo Castilla
|
Valverde
|
Fausto
Galán Gil
|
La
Puebla
|
Julián
Delcán Arroyo
|
Calañas
|
Mº
Hidalgo Domínguez
|
Valverde
|
Gonzalo
Díaz Mora
|
La
Puebla
|
Fº
Fuentes Ortega
|
Moguer
|
J.Mª
Vázquez Zarza
|
Zalamea
|
J.A.
Rodríguez Uranga
|
S.
Bartolomé
|
Fª
Gómez Rosado
|
Castillejos
|
Juan
Rivas García
|
Zalamea
|
Fº
Millán de Vayas
|
Hinojos
|
Manuel Sánchez Serrano
|
Corrales
|
Fº Gómez Encarnación
|
Almendro
|
Pedro
Moreno González
|
El
Cerro
|
Agustín
Romero Fdez
|
El
Cerro
|
Diego
Acuña Cruzado
|
Huelva
|
Lorenzo
Rico González
|
El
Cerro
|
Ezequiel
Perea Villegas
|
Trigueros
|
Carmelo
Sánchez Rivero
|
Villalba
|
Agustín
Romero Vázquez
|
El
Cerro
|
Sancho
Santiago Delgado
|
Trigueros
|
Rafael
Arenas Rdguez
|
Trigueros
|
José
Vázquez Castillejas
|
Huelva
|
Rosendo
Fdez Millares
|
Trigueros
|
Manuel
Romero Cortil
|
Trigueros
|
Alberto
Conde Bautista
|
Huelva
|
E
miércoles, 15 de junio de 2016
LAS APARADORAS DEL TALLER ESCUELA
Mucho
debe la sociedad valverdeña al IES Don Bosco en el difícil camino de la
integración social femenina. El taller de aparadoras siguió funcionando, y
sobrevivió, aunque sin autorización oficial, al desmantelamiento de la escuela
de zapatería, y prosiguió su vida hasta bien entrada la Ley General de
Educación de 1970, convirtiéndose en un excelente cauce de integración social
de la mujer valverdeña. Desde el primer momento se mimó a las aprendices de los
diferentes cursos de cortes-aparados. Al igual que los chicos, ingresaban
mediante un examen de acceso y dividían sus enseñanzas en dos cursos de
pre-aprendizaje y tres de aprendizaje, aunque fue habitual en los primeros años
que la mayoría de alumnas ingresara directamente en el grado de aprendizaje. La
escuela profesional les brindaba –así lo atestiguaba la revista Adelante-
además de los conocimientos propios del oficio, clases de cultura general.
Cursaban tres horas de taller completadas con clases de Geografía e Historia,
Gramática, Matemáticas, Religión y no podían faltar en aquellos años “Labores” y “Prácticas de Hogar”. Entre las
profesoras generalistas aparecían Ángeles Nieto Salgado, la Srta “Noni”, Antonia Pérez
Aparicio, Carmen Sevilla y Ángeles
Barrero. A mediados de los 60, Gracia Clemente Duque, natural de Trigueros era
la profesora de educación física y la de humanidades Juani Robles. Además, las
chicas disponían de su propia celadora,
María Dolores Suárez.
Manuel
Romero Pérez impartía la tecnología del calzado, Manuel Lorca Sánchez las
clases de dibujo, Enrique Seguí les
enseñaba a cortar zapatos, mientras que Dolores Vélez Domínguez fue la primera
encargada de las clases del taller de aparado. Con amplios conocimientos -ya
que era propietaria de una fábrica de calzado en el Cabecillo de la Cruz, junto
a su hermana Gregoria, dedicada a la producción de zapatos de hombre y mujer y
las conocidas “manoletinas”-, fue una profesora de mucho carácter y muy hábil
con las manos: sabía hacer zapatos, objetos de marroquinería (bolsos,
cinturones), alfombras, muñecos de fieltro, esteras de pita, cosidas con hilo
de cáñamo. Además, enseñó a las chicas a coser, a hacer croché e incluso las
introdujo en el planchado de la ropa de los internos, aunque esta tarea era
odiada por la mayoría de ellas. Nada se le resistía. Tras su marcha, fue
sucedida por Aurora Domínguez Berrocal, quien se ocupó de las clases de corte y
confección y, voluntariamente, de las de guitarra y habaneras, tanto en su etapa en
la escuela profesional, como más tarde siendo educadora de la residencia.
Además,
las chicas debían superar el curso de la canastilla. Debían prepararse para ser
madres y por ello debían comprar telas y confeccionar la canastilla, dirigidas
por la señorita Noni y más tarde por Ángeles Barrero: dos camisitas interiores,
unos patines, un chalequito y el batón con sus encajes y sobrefalda. Luego la canastilla se regalaba a la sección
femenina. Como lo mismo vale un roto que un descosido, las chicas se ocuparon
incluso de las labores propias del personal de limpieza y colada-, cuando aquel
fue víctima de una dura gripe y labor suya era asimismo el planchado de la ropa
particular y de cama de los internos.
El
material imprescindible se componía del uniforme azul de Falange –una simple
bata con cinturón y dos bolsillos, decorada con el escudo del partido único- y
los arreglos del aseo: toalla, pastilla de jabón, peine... En la festividad de San Juan Bosco se ponían
el uniforme de gala, compuesto de falda azul tableada, blusa blanca y unos puchos azules que
evitaban que se vieran las piernas de las chicas al hacer las tablas de
gimnasia. El material escolar se reducía a la «Nueva Enciclopedia Escolar,
Iniciación Profesional», editada por Hijos de Santiago Rodríguez. La obra
encerraba en un único manual los contenidos básicos de Religión, Lengua
Española, Ortografía y Literatura, Aritmética, nociones de Contabilidad, Geografía, Historia de España, desde la Edad
Antigua a la Contemporánea, Física,
Química, Geología, Botánica, Zoología,
Derecho, y Fisiología e Higiene. Todas reconocen haber recibido una
formación, tanto técnica como humanística de calidad. Muchas recuerdan las
clases de anatomía y el moderno esqueleto que se iluminaba para mostrar las
venas y arterias. También muchas de las alumnas conservan el recetario que
hicieron, gracias a las explicaciones del profesor de dietética y
nutrición.
La
función de las aparadoras en la industria del calzado era y sigue siendo coser
mediante máquinas planas o cilíndricas
las piezas suministradas por la sección de cortes. Inicialmente se las
enseñaba a aparar utilizando papel y sólo en los últimos cursos tenían acceso a
la materia prima real, el cuero. El curso 1957-58 poseía 34 aprendizas,
distribuidas en dos cursos escolares. Finalmente, se les enseñaba a
confeccionar labores de artesanía con pita, rafia o la elaboración de
alfombras, cinturones y bolsos. La escuela-taller les facilitaba la ropa de trabajo y el atuendo de deportes,
así como el almuerzo y la merienda, todo ello de forma absolutamente gratuita[1]. El
almuerzo se componía de dos platos y postre, y la merienda de un trozo de pan y
otro de chocolate, repartido, a los pies de las escaleras, por el conserje.
Desde
su fundación en 1956, la escuela formó a un ingente número de niñas. En la
primera promoción destacaron Isabel
Membrillo Vélez, Dolores Corralejo Borrero, María Sacramento Vélez Lazo, María
Parra Moriche, Araceli Guisado Vera, Fernanda Herrera Villegas, Inés María Lazo
López, Reposo Sánchez Borrero, Isabel Mantero Corralejo, Mari Carmen Garrido
Buenafé, Josefa de Jesús Fiscal Salas, Ana Arrayás Ponce, Juana Rodríguez Moro
y María Reposo Gorgoño Delgado… En la
segunda promoción destacaron Rosario Ramírez Prera, Arsenia Chaparro Domínguez,
Isabel Vélez Mongango, Iluminada Castilla Mongango, Mª Josefa Requena, las
hermanas María y Francisca Romero, Josefa Fiscal, Juani Garrido, Juani
Rodríguez, Purificación Romero, Dolores Blanco Blanco, Dolores Moya Moya, María
Fernanda Garfía, Dolores Fiscal, Reposo Pernil, Reposo Quintero, Josefa Cejudo,
Isabel Tocino Fiscal, Loli Corralero, Francisca Vizcaíno. En el
curso 1964-65 fueron alumnas Mª Dolores Pedrada, Petri González, Mª Dolores
Quiñones, Mª de los Ángeles Tocino, Josefa Constantino, Natividad López, Ana
Bermejo, Gloria Lazo, Manuela Galán, Teresa Mantero, Ilde Alamillo, Mª Reposo
Tirado, Ramona Mantero, Aurora Bermejo, Ana María, Mª Cristina Carrero o
Manuela Boniquito entre otras.
En
el curso 1975-76 solo había 3 alumnas: Pepi, Elisa y Conchi. Las clases seguían
a cargo de Pérez Vázquez, Ramón Mora,
Ángeles Barrero, mientras que Aurora Domínguez se encargaba de las
clases de aparado y de corte y confección. Fue el penúltimo año de las chicas
de cortes aparados, ante la falta alarmante de matriculaciones. Muchas de
aquellas jovencitas se dedicaron a
aparar en sus propias casas la “tarea” que les encomendaban las principales
empresas locales.
Las
chicas, igual que sus compañeros varones, recibían una educación disciplinada.
La celadora se ocupaba de controlar las salidas, tanto en el recreo como en los
cambios de clase, poniendo especial cuidado en no permitir la cercanía entre
chicos y chicas. Si los chicos estaban en el patio superior, las jovencitas
quedaban recluidas en el patio de abajo o en las pistas deportivas. Rosario
Ramírez Prera nos confirma que ante cualquier chiquillada «nos ponían en el
tablón de anuncios, lo que nos daba mucho coraje». De ahí, se hacía
necesaria la visita diaria al tablón de anuncios para comprobar si se había
recibido algún castigo, el motivo y la sanción impuesta. Mª Dolores Pedrada nos
recuerda que, a mediados de la década de 1960, la cuestión continuaba igual. «Si hacíamos alguna chiquillada nos castigaban de
pie en el pasillo, junto a los despachos del director y el secretario. Si no
aparecían las culpables de la pillería, el castigo se hacía extensivo a toda la
clase». El escarmiento era mayor, ya que además recibían las burlas de sus
compañeros varones. La promoción de 1964
recuerda una sanción que les dolió de manera especial: programaron una
excursión a Monte Gordo y por una travesura que hicieron en el taller les
prohibieron las salidas durante todo el curso. Pepi Flores recuerda cómo,
incluso en los últimos años, había que cumplir dichos castigos los domingos,
sin poder salir del salón de actos.
Sólo
por San Juan Bosco –la venia parecía proceder del santo- se levantaba la
prohibición de hablar con los chicos. La festividad permitía un cierto relax
dentro del asfixiante control al que eran sometidos los alumnos. Pero la
cerrazón y dura disciplina era rechazada a veces por las más osadas. Arsenia
Chaparro nos recuerda, desde Sitges, su paso por el centro y la escapada,
capitaneada por Dolores Blanco y Dolores Moya con ocasión de los carnavales, el
aviso de Francisca Ramírez para evitar males mayores, el envío de cartas a las
niñas afectadas y el enfado de muchos padres ante aquel incidente.
Esa
misma exigencia se hacía extensible a la obligación del estudio. Cada año –así
lo recuerda Mª Dolores Pedrada- «había que sacar nota suficiente para el
siguiente curso, si no, no teníamos beca y sin beca nos expulsaban». Era
necesario que las alumnas hincaran los codos si querían continuar en el centro,
al menos un año más. Arsenia Ramírez nos cuenta también cómo la escuela abría
una cuenta corriente en la Caja Provincial de Ahorros, sita en la calle Calvo
Sotelo –actual Real de Arriba-, número 40, a las primeras alumnas, con la
prohibición de sacar sus caudales antes de cumplir los 18 años. Pero muchas de
aquellas jovencitas no acabaron la oficialía ante las urgencias económicas de
sus familias y comenzaban a trabajar en alguna de las fábricas valverdeñas,
apenas cumplidos los 16 años.
La
integración social femenina vino no sólo de la mano de la formación
profesional, sino también del deporte. Para las chicas el régimen franquista
había previsto la gimnasia rítmica y el voleibol, mientras que reservaba para
los chicos el fútbol y el atletismo. El uniforme deportivo se componía de una
falda azul tableada y de blusa blanca y, junto a la falda, el «pucho», una
especie de pantalón con elástico por encima de la rodilla para evitar exponer
los muslos de las chicas a la vista inquieta de sus compañeros. Junto a las
“pistas de abajo” pasaban las aguas sucias de Valverde, aún sin canalizar y más
de una vez caía en ella la pelota de voleibol. Pese a todos los inconvenientes,
estas chicas alcanzaron altas cotas en las competiciones andaluzas. Un buen
ejemplo fue el equipo femenino de voleibol (por entonces conocido como balón
volea) del Centro Sindical que llegó a ascender a Segunda División. Se había
formado bajo los auspicios de Ángeles Barrero, a la sazón profesora de
educación física, aunque fue realmente su marido, Antonio Fernández Rabadán,
quién se convirtió poco después en su entrenador y verdadero adalid. El curso
1973-1974, las chicas del voleibol jugaron federadas y quedaron campeonas de la
Tercera División, enfrentándose a equipos de reconocida talla como Gil Márquez,
Veracruz y Telefónica, todos ellos de la capital onubense. Fue, por entonces,
el único equipo onubense capaz de ascender a
Segunda División Andaluza.
Las
componentes del «Medina Valverde» fueron Rosario Bermejo Bermejo, Luci Romero
de la Rubia, María Isabel Pérez Rodríguez, Petra Cejudo Corralejo, María
Dolores Quiñones Boniquito, María Romero Vázquez, Rosario Cruz Trabajo y Josefa
Bermejo Bermejo. La escuela les ofreció el equipamiento: falda blanca y blusa
celeste, y el ayuntamiento les regaló un balón. La subvención de 750 pesetas
con cargo a la Delegación Provincial de Balón Volea les permitió el abono de su
desplazamiento a las provincias de Sevilla,
Cádiz, Córdoba y Málaga. En la liga del año 1975-1976 se torció la trayectoria del equipo: a principios de
noviembre de 1975, -Franco se encontraba ya en el lecho de muerte desde finales
de octubre-, la Sección Femenina decidió no seguir apoyando al equipo ante la
falta de presupuesto. Las valverdeñas tuvieron que retirarse de la competición.
Este fue el fin prematuro de este
conjunto aficionado que elevó a enormes cotas el nombre de nuestro pueblo y de nuestro centro
educativo.
Hoy
en día, la integración femenina parece estar superada, aunque siempre quedan
flecos. Por ello, desde el centro, tratamos de
profundizar en el camino de una verdadera coeducación.
miércoles, 11 de mayo de 2016
LA
FESTIVIDAD DE SAN JUAN BOSCO, patrono
de la formación profesional, era la que más pasiones levantaba entre la
chavalería de los talleres. La víspera había cine: la escuela pagaba la entrada
a sus alumnos para acudir al Cinema Valverde. Las actividades del 31 de
enero se iniciaban con la celebración de la misa. En 1960, el 31 de enero fue
domingo. Por los datos extraídos del Boletín Parroquial, los alumnos de
la escuela profesional tuvieron misa a
las once de la mañana, oficiada por el profesor de religión, el reverendo.
Manuel Vélez Fernández[1]. Pero
en los años posteriores, la fiesta se trasladó al propio centro escolar.
Empezaba con una misa de comunión general, a menudo celebraba en el vestíbulo
del centro escolar. En 1962 fue oficiada por el párroco de Trigueros, mientras
se ocupó de la plática Manuel Vélez, a
la sazón profesor de religión y de lengua del taller-escuela. A fines de la
década de 1960, la eucaristía se hizo más rica , gracias a los cánticos del
coro mixto del colegio que interpretaba a cuatro voces salmos y espirituales, y
las ofrendas de trabajos en piel, madera, chapa y electricidad por parte de los
propios alumnos «mediante sencillas pero devotas palabras»[2].
Tras
la misa, llegaba la representación teatral,
preparada por los propios alumnos, entre los que destacó Consuelo
Romero, a pesar de sus problemas de garganta. A continuación, alumnos,
profesores y autoridades pasaban a la explanada anterior, situada delante de la
fachada principal, donde se celebraban espectaculares pruebas de gimnasia y
tablas de educación física, saltos de potro y caballete, todos ellos
profusamente aplaudidos por la asistencia. Se completaban los actos con los
tradicionales juegos entre alumnos: carreras de sacos, carreras de cintas, o el
difícil arte de comer chocolate con los ojos vendados. Se jugaba por parejas,
de manera que cada tándem trataba de dar chocolate al compañero. Era divertido
y el cacao acababa llenando a todos, jugadores y espectadores. Resultado
parecido tenía la búsqueda, con la simple ayuda de la boca, de la moneda
escondida en el plato de harina. Muchos curiosos, habitantes de los
alrededores, se asomaban al patio y eran copartícipes del jolgorio general.
La
carrera de burros era de los actos más espectaculares. Los alumnos
participantes buscaban el burro más viejo, ya que, según las reglas de esta
curiosa competición, ganaría el que más
tarde llegara a la meta. La prueba bordeaba el antiguo campo de fútbol y volvía
al centro a través de la calle Diputación. A continuación, se procedía a la
entrega de premios de los campeonatos deportivos celebrados las semanas
anteriores: tenis de mesa, ajedrez, damas, dominó, fútbol, baloncesto y
voleibol. La celebración continuaba con el almuerzo común y finalizaba con una
velada folklórica en la que algunos de los alumnos mostraban sus inclinaciones
artísticas. El 31 de enero de 1962
fueron artistas por un día los alumnos María Josefa, Gloria Arroyo, Mari Carmen Diéguez Vélez y un
conjunto de baile. El cronista habla asimismo de la valiosa colaboración en
estos actos de la sección femenina, a través de dos de sus camaradas
enviadas al centro con el cometido de asesorar
para que la fiesta alcanzase la mayor brillantez posible.
No faltaban los representantes de la
Organización Sindical franquista, siendo habitual la presencia del delegado
provincial de sindicatos. En el San Juan Bosco de 1967, a las 11 de la mañana,
como era habitual, se celebró la misa
oficiada por el capellán, con panegírico a cargo del asesor religioso de la
Organización Sindical, el Padre Castro Merello. Tras el programa de actividades
lúdicas, se impusieron medallas a los productores León Ortega y Contreras. Por
la tarde, actividades deportivas y la sesión cinematográfica[3]. Dos
años más tarde, en 1969, las autoridades estaban compuestas por Ángel García
del Bello, secretario provincial de
Sindicatos, José Martí Pascual,
vicesecretario de obras sindicales, y el Sr Buade, secretario de la obra
sindical de Educación y Descanso[4].
Desde
1975 se amplió la oferta lúdica con la celebración de una fiesta de fin de
curso, uno de cuyos puntos destacados era la elección de la reina del T.EJ.A.
(Taller Escuela José Antonio) y de sus damas de honor. En 1975 la elegida fue
Antonia García Blanco, acompañada, en calidad de damas de honor, por Manoli
Contioso Mora, Pepi Flores Gutiérrez, Manoli Fernández Gutiérrez y Ana Mª Cera
Recio, y por los hijos de Rami y Javier
«Zarrita», encargados aquel año de llevar las bandas. En el salón de actos, las
damas y la reina se ocupaban de la entrega de premios a las actividades
culturales y deportivas. El acto acababa con un fabuloso baile con orquesta
para los chicos y chicas y sus familias, celebrado en las pistas
deportivas.
Al
año siguiente, en 1976, las pocas alumnas que quedaban coparon los puestos de
honor: Conchi , la reina y sus damas
Elisa, Repo León y de nuevo Pepi Flores. Al año siguiente, cuando el
taller de cortes aparados estaba a punto de desaparecer, las elegidas fueron
Pepa Ramos, María José Morián, Manoli Contioso. Juani Macías y Elisa.
miércoles, 20 de abril de 2016
EL CURSO ACADÉMICO Y LA
JORNADA ESCOLAR.- El curso se prolongaba desde principios de octubre
hasta finales de junio, con tres exámenes trimestrales. En la segunda quincena
de septiembre se realizaban los exámenes extraordinarios para los alumnos con
asignaturas suspensas en junio. A modo de ejemplo, sabemos que en septiembre de
1966 de los 40 alumnos implicados 6 no se presentaron y 8 fueron suspendidos[1].
Cada mañana, al llegar los alumnos, se procedía a izar la
bandera española y se cantaba el Cara al Sol, se formaba en el patio y se
entraba en fila en las clases. Eran las directrices marciales de su primer
director, Eleuterio Torrelo. A continuación, comenzaba la jornada. Así
describía una jornada escolar el primer director del centro dirigiéndose a los
padres de los pequeños: «Clases, talleres, conferencias del capellán y un
buen rato de gimnasia y de pegarle al balón; hay un pequeño descanso al filo de
las 11 para el obligatorio vaso de leche, comida a la una, descanso hasta las
tres y de nuevo talleres, clases y deportes. Así un día y otro, y con
resultados francamente buenos; lo tendréis que ir notando vosotros mismos, al
comprobar cómo ensanchan sus hombros y endurecen los músculos vuestros hijos,
por la práctica diaria de los deportes, cómo su formación cultural aumenta y
cómo en el oficio, que eligieron van, sin prisas contraproducentes, alcanzando
la progresión prefijada».
Los chicos y chicas del
centro, además del oficio elegido debían superar las siguientes disciplinas: aritmética, dibujo industrial, tecnología,
gramática, geografía e historia, ciencias físico-naturales, álgebra,
trigonometría, y física y química. Inicialmente la plantilla se componía de «un
competente cuadro de monitores, formado por siete maestros de taller y siete
profesores .También cuentan los alumnos con un profesor de cultura física y un
sacerdote para la enseñanza religiosa»[2].
El horario de la escuela era
de 9 de la mañana a las 7 de la tarde en los cursos de aprendizaje y hasta las
6 en los de pre-aprendizaje. Por la mañana solían ser las clases de cultura
general y por la tarde tres horas de
especialidad. Había dos horas para comida y recreo, además del vaso de
leche por la mañana y el queso blando para la merienda. Tras el almuerzo, de
nuevo había que formar en el patio, antes de volver a las aulas. De 7 a 9 de la
tarde, antes de la cena, llegaba la hora de estudio, en la que los chicos
trataban de interiorizar todos los conocimientos aprendidos en el día, con la
ayuda inestimable de los educadores. En la hora de estudio los chicos se
dividían entre el salón de actos –dotado de sillones de pala, pupitres
bipersonales y mesas con sillas- y las aulas del piso superior. Además, la hora de estudios se prolongaba al domingo
en el caso de los castigados.
A mediados de la década de 1960 había 24 horas semanales de clases teóricas y entre 9 y 20 horas de clases prácticas, en función de los cursos[3]. Los alumnos disponían de un coeficiente de 30 puntos, divididos a partes iguales entre conducta y notas de clase. De ellos se iban descontando las sanciones con arreglo a los baremos establecidos. Era un sistema muy parecido al actual carnet por puntos. A partir de ese sistema existía una jerarquía de alumnos, que servía para encuadrarlos, según sus preferencias. Así lo expresaba un alumno de la primera promoción al diario Odiel: ¿Yo podré pasar a electricidad, verdad? Hago el número nueve de la clasificación general. Y como explicación a su interés nos aclara. Mi padre me ha dicho que piense bien antes de decidirme. Y a mí me gusta la electricidad»[4].
A mediados de la década de 1960 había 24 horas semanales de clases teóricas y entre 9 y 20 horas de clases prácticas, en función de los cursos[3]. Los alumnos disponían de un coeficiente de 30 puntos, divididos a partes iguales entre conducta y notas de clase. De ellos se iban descontando las sanciones con arreglo a los baremos establecidos. Era un sistema muy parecido al actual carnet por puntos. A partir de ese sistema existía una jerarquía de alumnos, que servía para encuadrarlos, según sus preferencias. Así lo expresaba un alumno de la primera promoción al diario Odiel: ¿Yo podré pasar a electricidad, verdad? Hago el número nueve de la clasificación general. Y como explicación a su interés nos aclara. Mi padre me ha dicho que piense bien antes de decidirme. Y a mí me gusta la electricidad»[4].
Además
de las clases, la labor formativa y adoctrinadora se completaba con
conferencias semanales por grupos y
ejercicios espirituales para profesores y alumnos en tiempo de Cuaresma.
Miguel
Rasero, antiguo profesor del grupo escolar, amenazaba con terminar en la
escuela profesional a aquellos alumnos que no fueran capaces de solucionar un
determinado problema. Esa fue una de las cruces de la Escuela Profesional
valverdeña. Algunos consideraban que era el lugar destinado a los malos estudiantes.
Pero la realidad es tozuda y lo cierto es que por sus aulas pasaron excelentes
chicos que se convirtieron en excelentes profesionales y que recibieron, además
del adiestramiento en el oficio elegido, otras
enseñanzas de calidad a nivel científico y humanístico.
ESCUELA DE
ADOCTRINAMIENTO: LA OJE Y LA SECCIÓN FEMENINA.-
Los
alumnos, debidamente sindicados, debían además pertenecer a la OJE. La Organización Juvenil Española, nacida en julio de 1960 en sustitución del anticuado
Frente de Juventudes, era una institución dependiente de la Secretaría General
del Movimiento Nacional. Su función, al igual que el de su antecesora, era
coordinar y organizar la formación ideológica y moral de los niños y jóvenes
entre 10 y 21 años. Su organización en el centro correspondió a Carlos Rizzo
Martínez, quien se ocupaba de la labor de adoctrinamiento y de la afiliación de
los chicos. José Arenas Parreño, alumno de la 1ª promoción del Taller Escuela
llegó a ser destacado miembro de la OJE. José recuerda sus viajes a los
campamentos y albergues juveniles de la organización. También, muchos
valverdeños recuerdan aún el campamento Gil Martín, ubicado en los Pinos del
Manano desde los primeros años cuarenta. Juan Antonio Tirado Andrino, profesor
de educación física de este centro, era el
jefe provincial de la OJE en los años 1962-63 y debió contribuir al
reforzamiento de la institución en nuestro pueblo.
La
OJE local se articulaba en torno a la Centuria Viriato, convertida en
formación paramilitar de jóvenes balillas. El domingo 15 de diciembre de
1957 los miembros de la centuria fueron invitados a una excursión a Huelva.
Tras escuchar misa en la Iglesia de San Francisco llegaron a la Punta del Sebo y de allí
marcharon, en canoa, hasta el Monasterio de la Rábida. A la una de la tarde ya
se encontraban en la escuela de orientación profesional de flechas navales
–fundada por Franco en su visita a Huelva de 1956-, donde se disputó un partido
entre el equipo titular de la escuela profesional, llamado Betis y el de los
flechas navales que terminó con victoria valverdeña por 1 a 4. Miembros de aquel equipo eran José Arenas,
Cipriano Prieto Hernández, Widelio, Luis Domínguez. Tras almorzar en Palos
volvieron a Huelva donde presenciaron el encuentro Recreativo-Extremadura.
Con motivo de la festividad del 2 de noviembre, Día de los
Difuntos, los chicos de la OJE debían hacer guardia junto a la Cruz de los
Caídos, turnándose durante toda la noche. A fines de la década de 1960, eran
enviados durante una quincena al campamento veraniego de Mazagón, a donde se
desplazaba el cuerpo de cocina de la escuela para atenderlos. Más tarde, ya en
los inicios de la década de 1970, situó su sede en la antigua escuela de Dª
María Ruiz, en la calle Sor Ángela. Entonces fue su presidente Juan Miguel
Bando. Pero el sentido ya era otro. Allí se realizaban bailes los domingos a 6
pesetas la entrada, juegos de ajedrez y ping-pong, disponía de biblioteca en el
piso alto y de su propio equipo de fútbol que se desplazaban a los pueblos
cercanos.
Las
chicas no debían escapar del control de la dictadura y para ellas se creó la
Sección Femenina, dependiente de FET y de las JONS. La organización, fundada
por Pilar Primo de Rivera en 1934, se ocupó, una vez acabada la Guerra Civil,
de preparar a la mujer en el aspecto cultural, de economía doméstica, labores
artesanas y tareas culinarias, además de gestionar el llamado servicio social,
diseñado como la contribución femenina obligatoria para acceder al
funcionariado y a la universidad, parangonable con el servicio militar
masculino. De una manera muy sencilla lo describía la conocida Enciclopedia
Álvarez: su misión era doble «servir
a la Patria en quehaceres propios de la mujer y preparar a ésta para que el día
de mañana pueda formar una familia cristiana, patriótica y ejemplar»[5]. Por
ello, las chicas de aparado –así nos los recuerda Rosario Ramírez Prera- fueron
llevadas en alguna ocasión a la sede onubense de la sección femenina, donde
recibían la preceptiva charla y un merecido viaje al Monasterio de la Rábida.
Con sus uniformes de falange, las chicas de cortes aparados estuvieron en
Huelva para recibir al Caudillo y a continuación, ya en Los Pinos de
Valverde, fueron premiadas con un bollo
de pan, una lata de sardinas en escabeche y un huevo duro. La sección femenina
premiaba también a los mejores expedientes académicos, concediendo becas de
estudio en su colegio del Conquero, aunque el salto hacia Huelva de las chicas
de la escuela profesional se hizo a menudo insalvable, ya que sus padres
preferían su inclusión en el mundo laboral.
PREMIOS Y VIAJES DE ESTUDIOS.-
Al comienzo de cada curso, los alumnos más destacados recibían premios acreditativos a su esfuerzo. Eran diplomas de honor que valoraban, tanto la buena conducta, como su aprovechamiento académico. Solían ser entregados en el acto solemne de apertura del nuevo curso escolar. Además, cada año los alumnos visitaban los principales centros profesionales de nuestro entorno.
El viernes 25 de abril de 1958 la dirección de la escuela premió a sus
alumnos más aventajados con un viaje a Sevilla, acompañados por el director,
seis profesores y Juan Márquez García, secretario provincial de la Organización
Sindical onubense. En aquella ocasión visitaron la Empresa Nacional Elcano,
conocieron sus talleres y la fase final de la construcción del buque “Ciudad de
Guayaquil”, se interesaron por los últimos avances en soldadura autógena y
marcharon luego a la Universidad Laboral “Nuestra Señora de los Reyes”,
dedicada a la formación de jóvenes agricultores, donde coincidieron con sendas
expediciones de Las Palmas y Tenerife con igual propósito que los valverdeños.
A media tarde visitaron la feria de muestras y emprendieron viaje de regreso[6].
El domingo 15 de diciembre de 1957 los miembros de la Centuria Viriato fueron
invitados a una excursión a Huelva,
donde visitaron la Punta del Sebo, la Rábida y presenciaron el partido de
fútbol Recreativo-Extremadura. El 30 de
diciembre de 1963, los 24 componentes del segundo curso de formación intensiva
de las ramas de electricidad y chapistería acudieron a Huelva, a los talleres
de la Compañía Española de Minas de Riotinto. Allí recibieron una interesante
charla por parte del ingeniero jefe Sr. Pasca Mora. Visitaron las obras de la
Ciudad Deportiva y almorzaron en un céntrico restaurante. A las 7 de la tarde,
recibieron una conferencia del vicesecretario provincial de Ordenación
Económica, el ingeniero de minas José María Gómez Oteo sobre el tema “las
carreras técnicas ante el Plan de Desarrollo Económico”, inscrita dentro de la
Asamblea General de la Asociación de Becarios de la Organización Sindical[7].
En la primera semana de julio de 1966, los alumnos de 3º de Oficialía que
acababan de superar el examen de reválida en Huelva visitaron los centros
fabriles y principales monumentos de Sevilla, Córdoba, Cabra, Granada, Málaga,
Marbella y Jerez.[8]. Al
llegar a Málaga se hospedaron en la residencia escolar “Francisco Franco” de la
capital malagueña, ubicada junto al estadio de fútbol de la Rosaleda.
En la Rábida |
CONCURSOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL Y FERIAS DE MUESTRAS.- La Delegación Nacional de Juventudes, a través de su sección de Centros de Trabajo, convocaba anualmente el concurso de aprendices de formación profesional con la finalidad de que estos alumnos demostraran su destreza y ello les sirviera de estímulo.
En 1960, con motivo del XIV Concurso de Formación Profesional celebrado en la capital onubense, la escuela de artes y oficios dio nada más y nada menos que 8 campeones y 3 subcampeones. Los ocho agraciados fueron Domingo García Testón y José Luis Rosa Castilla, en forja, José Arenas Parreño y Manuel Silva Masera, en torno, Manuel Rubio Alvárez, en carpintería, Amable Contioso Vizcaíno, en cerrajería, Sergio Contioso Sánchez, en soldadura oxiacetilénica, y Juan Antonio Pérez Lemus en fresa. La lista se completó con tres subcampeonatos, los conseguidos en carpintería (Salvador Palanco Rite), soldadura eléctrica (Lorenzo Barrero Flores) e instalador electricista (Juan Rico Rodríguez).
De
la misma manera, el taller-escuela José Antonio participaba con sus
trabajos en las frecuentes ferias de muestras de aquellos años. En abril de
1960 envió al pabellón que Huelva tenía instalado en la Feria de Muestras de
Sevilla una selección de los mejores trabajos de sus talleres: una mesa y cuatro
sillones de gavilla de hierro, una lavadora eléctrica, una pantalla-pie de luz,
veinte pares de zapatos de distintos modelos, tanto de caballero como de
señora, muñecas, alfombras, animales de fieltro y serrín, monederos y bolsos de
piel, cucharas y perchas de cocina. Tampoco faltaron, año tras año, sus
trabajos en el Concurso Local de Artesanía y en las Ferias Internacionales del
Campo.
Por
último, a nivel meramente interno, eran frecuentes las visitas de los cargos
sindicales provinciales a los talleres
para apreciar la producción de los propios alumnos in situ. Con ocasión
de la clausura del III Curso de Formación Intensiva varios alumnos, Rafael
Arias Rodríguez, Manuel Romero Cortill y Antonio Bermejo Castilla, mostraron al
delegado provincial de sindicatos un cuadro de distribución eléctrica y una
amplia exposición con todos los trabajos realizados[9].
Igualmente el centro, convertido en pequeña feria permanente, ofrecía a todos
los visitantes una muestra selecta de las mejores producciones de sus talleres.
[1] Odiel
14-10-1966.
[2] Odiel,
23 de abril de 1956, p. 7
[4]
Odiel, 23-06-1957.
[5] A.
Alvárez. Enciclopedia. Tercer Grado. 1966. Ed. Miñón. p. 625. Véase también Nueva
enciclopedia escolar Iniciación profesional, págs. 951-952.
[6] Odiel,
27 de abril de 1958. Recogido asimismo por Adelante. nº 1.
[7]
Odiel. 1-1-1964.
[8] Odiel
14-10-1966.
[9]
Odiel. 14-5-1965.
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