miércoles, 20 de abril de 2016

EL CURSO ACADÉMICO Y LA JORNADA ESCOLAR.- El curso se prolongaba desde principios de octubre hasta finales de junio, con tres exámenes trimestrales. En la segunda quincena de septiembre se realizaban los exámenes extraordinarios para los alumnos con asignaturas suspensas en junio. A modo de ejemplo, sabemos que en septiembre de 1966 de los 40 alumnos implicados 6 no se presentaron y 8 fueron suspendidos[1].

Cada mañana, al  llegar los alumnos, se procedía a izar la bandera española y se cantaba el Cara al Sol, se formaba en el patio y se entraba en fila en las clases. Eran las directrices marciales de su primer director, Eleuterio Torrelo. A continuación, comenzaba la jornada. Así describía una jornada escolar el primer director del centro dirigiéndose a los padres de los pequeños: «Clases, talleres, conferencias del capellán y un buen rato de gimnasia y de pegarle al balón; hay un pequeño descanso al filo de las 11 para el obligatorio vaso de leche, comida a la una, descanso hasta las tres y de nuevo talleres, clases y deportes. Así un día y otro, y con resultados francamente buenos; lo tendréis que ir notando vosotros mismos, al comprobar cómo ensanchan sus hombros y endurecen los músculos vuestros hijos, por la práctica diaria de los deportes, cómo su formación cultural aumenta y cómo en el oficio, que eligieron van, sin prisas contraproducentes, alcanzando la progresión prefijada».






Los chicos y chicas del centro, además del oficio elegido debían superar las siguientes disciplinas: aritmética, dibujo industrial, tecnología, gramática, geografía e historia, ciencias físico-naturales, álgebra, trigonometría, y física y química. Inicialmente la plantilla se componía de «un competente cuadro de monitores, formado por siete maestros de taller y siete profesores .También cuentan los alumnos con un profesor de cultura física y un sacerdote para la enseñanza religiosa»[2].

El horario de la escuela era de 9 de la mañana a las 7 de la tarde en los cursos de aprendizaje y hasta las 6 en los de pre-aprendizaje. Por la mañana solían ser las clases de cultura general y por la tarde tres horas de  especialidad. Había dos horas para comida y recreo, además del vaso de leche por la mañana y el queso blando para la merienda. Tras el almuerzo, de nuevo había que formar en el patio, antes de volver a las aulas. De 7 a 9 de la tarde, antes de la cena, llegaba la hora de estudio, en la que los chicos trataban de interiorizar todos los conocimientos aprendidos en el día, con la ayuda inestimable de los educadores. En la hora de estudio los chicos se dividían entre el salón de actos –dotado de sillones de pala, pupitres bipersonales y mesas con sillas- y las aulas del piso superior. Además,  la hora de estudios se prolongaba al domingo en el caso de los castigados. 


A mediados de la década de 1960 había 24 horas semanales de clases teóricas y entre 9 y 20 horas de clases prácticas, en función de los cursos[3].  Los alumnos disponían de un coeficiente de 30 puntos, divididos a partes iguales entre conducta y notas de clase. De ellos se iban descontando las sanciones con arreglo a los baremos establecidos. Era un sistema muy parecido al actual carnet por puntos. A partir de ese sistema existía una jerarquía de alumnos, que servía para encuadrarlos, según sus preferencias. Así lo expresaba un alumno de la primera promoción al diario Odiel: ¿Yo podré pasar a electricidad, verdad? Hago el número nueve de la clasificación general. Y como explicación a su interés nos aclara. Mi padre me ha dicho que piense bien antes de decidirme. Y a mí me gusta la electricidad»[4].



El recreo 




Además de las clases, la labor formativa y adoctrinadora se completaba con conferencias semanales por grupos  y ejercicios espirituales para profesores y alumnos en tiempo de Cuaresma.

Miguel Rasero, antiguo profesor del grupo escolar, amenazaba con terminar en la escuela profesional a aquellos alumnos que no fueran capaces de solucionar un determinado problema. Esa fue una de las cruces de la Escuela Profesional valverdeña. Algunos consideraban que era el lugar destinado a los malos estudiantes. Pero la realidad es tozuda y lo cierto es que por sus aulas pasaron excelentes chicos que se convirtieron en excelentes profesionales y que recibieron, además del adiestramiento en el oficio elegido, otras  enseñanzas de calidad a nivel científico y humanístico. 

ESCUELA DE ADOCTRINAMIENTO: LA OJE Y LA SECCIÓN FEMENINA.-

Los alumnos, debidamente sindicados, debían además pertenecer a la OJE. La Organización Juvenil Española, nacida en julio de 1960 en sustitución del anticuado Frente de Juventudes, era una institución dependiente de la Secretaría General del Movimiento Nacional. Su función, al igual que el de su antecesora, era coordinar y organizar la formación ideológica y moral de los niños y jóvenes entre 10 y 21 años. Su organización en el centro correspondió a Carlos Rizzo Martínez, quien se ocupaba de la labor de adoctrinamiento y de la afiliación de los chicos. José Arenas Parreño, alumno de la 1ª promoción del Taller Escuela llegó a ser destacado miembro de la OJE. José recuerda sus viajes a los campamentos y albergues juveniles de la organización. También, muchos valverdeños recuerdan aún el campamento Gil Martín, ubicado en los Pinos del Manano desde los primeros años cuarenta. Juan Antonio Tirado Andrino, profesor de educación física de este centro, era el  jefe provincial de la OJE en los años 1962-63 y debió contribuir al reforzamiento de la institución en nuestro pueblo.

La OJE local se articulaba en torno a la Centuria Viriato, convertida en formación paramilitar de jóvenes balillas. El domingo 15 de diciembre de 1957 los miembros de la centuria fueron invitados a una excursión a Huelva. Tras escuchar misa en la Iglesia de San Francisco  llegaron a la Punta del Sebo y de allí marcharon, en canoa, hasta el Monasterio de la Rábida. A la una de la tarde ya se encontraban en la escuela de orientación profesional de flechas navales –fundada por Franco en su visita a Huelva de 1956-, donde se disputó un partido entre el equipo titular de la escuela profesional, llamado Betis y el de los flechas navales que terminó con victoria valverdeña por 1 a 4.  Miembros de aquel equipo eran José Arenas, Cipriano Prieto Hernández, Widelio, Luis Domínguez. Tras almorzar en Palos volvieron a Huelva donde presenciaron el encuentro Recreativo-Extremadura.

Con motivo de la festividad del 2 de noviembre, Día de los Difuntos, los chicos de la OJE debían hacer guardia junto a la Cruz de los Caídos, turnándose durante toda la noche. A fines de la década de 1960, eran enviados durante una quincena al campamento veraniego de Mazagón, a donde se desplazaba el cuerpo de cocina de la escuela para atenderlos. Más tarde, ya en los inicios de la década de 1970, situó su sede en la antigua escuela de Dª María Ruiz, en la calle Sor Ángela. Entonces fue su presidente Juan Miguel Bando. Pero el sentido ya era otro. Allí se realizaban bailes los domingos a 6 pesetas la entrada, juegos de ajedrez y ping-pong, disponía de biblioteca en el piso alto y de su propio equipo de fútbol que se desplazaban a los pueblos cercanos.


Las chicas no debían escapar del control de la dictadura y para ellas se creó la Sección Femenina, dependiente de FET y de las JONS. La organización, fundada por Pilar Primo de Rivera en 1934, se ocupó, una vez acabada la Guerra Civil, de preparar a la mujer en el aspecto cultural, de economía doméstica, labores artesanas y tareas culinarias, además de gestionar el llamado servicio social, diseñado como la contribución femenina obligatoria para acceder al funcionariado y a la universidad, parangonable con el servicio militar masculino. De una manera muy sencilla lo describía la conocida Enciclopedia Álvarez:  su misión era doble «servir a la Patria en quehaceres propios de la mujer y preparar a ésta para que el día de mañana pueda formar una familia cristiana, patriótica y ejemplar»[5]. Por ello, las chicas de aparado –así nos los recuerda Rosario Ramírez Prera- fueron llevadas en alguna ocasión a la sede onubense de la sección femenina, donde recibían la preceptiva charla y un merecido viaje al Monasterio de la Rábida. Con sus uniformes de falange, las chicas de cortes aparados estuvieron en Huelva para recibir al Caudillo y a continuación, ya en Los Pinos de Valverde,  fueron premiadas con un bollo de pan, una lata de sardinas en escabeche y un huevo duro. La sección femenina premiaba también a los mejores expedientes académicos, concediendo becas de estudio en su colegio del Conquero, aunque el salto hacia Huelva de las chicas de la escuela profesional se hizo a menudo insalvable, ya que sus padres preferían su inclusión en el mundo laboral.

PREMIOS Y VIAJES DE ESTUDIOS.-


Al comienzo de cada curso, los alumnos más destacados recibían  premios acreditativos a su esfuerzo. Eran diplomas de honor que valoraban, tanto la buena conducta, como su aprovechamiento académico. Solían ser entregados en el acto solemne de apertura del nuevo curso escolar. Además, cada año los alumnos visitaban los principales centros profesionales de nuestro entorno. 


El viernes 25 de abril de 1958 la dirección de la escuela premió a sus alumnos más aventajados con un viaje a Sevilla, acompañados por el director, seis profesores y Juan Márquez García, secretario provincial de la Organización Sindical onubense. En aquella ocasión visitaron la Empresa Nacional Elcano, conocieron sus talleres y la fase final de la construcción del buque “Ciudad de Guayaquil”, se interesaron por los últimos avances en soldadura autógena y marcharon luego a la Universidad Laboral “Nuestra Señora de los Reyes”, dedicada a la formación de jóvenes agricultores, donde coincidieron con sendas expediciones de Las Palmas y Tenerife con igual propósito que los valverdeños. A media tarde visitaron la feria de muestras y emprendieron viaje de regreso[6]. El domingo 15 de diciembre de 1957 los miembros de la Centuria Viriato fueron invitados  a una excursión a Huelva, donde visitaron la Punta del Sebo, la Rábida y presenciaron el partido de fútbol Recreativo-Extremadura.  El 30 de diciembre de 1963, los 24 componentes del segundo curso de formación intensiva de las ramas de electricidad y chapistería acudieron a Huelva, a los talleres de la Compañía Española de Minas de Riotinto. Allí recibieron una interesante charla por parte del ingeniero jefe Sr. Pasca Mora. Visitaron las obras de la Ciudad Deportiva y almorzaron en un céntrico restaurante. A las 7 de la tarde, recibieron una conferencia del vicesecretario provincial de Ordenación Económica, el ingeniero de minas José María Gómez Oteo sobre el tema “las carreras técnicas ante el Plan de Desarrollo Económico”, inscrita dentro de la Asamblea General de la Asociación de Becarios de la Organización Sindical[7]. En la primera semana de julio de 1966, los alumnos de 3º de Oficialía que acababan de superar el examen de reválida en Huelva visitaron los centros fabriles y principales monumentos de Sevilla, Córdoba, Cabra, Granada, Málaga, Marbella y Jerez.[8]. Al llegar a Málaga se hospedaron en la residencia escolar “Francisco Franco” de la capital malagueña, ubicada junto al estadio de fútbol de la Rosaleda.



Viisita Central térmica 1962.


En la Rábida 

CONCURSOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL Y FERIAS DE MUESTRAS.- La Delegación Nacional de Juventudes, a través de su sección de Centros de Trabajo,  convocaba anualmente el concurso de aprendices de formación profesional con la finalidad de que estos alumnos demostraran su destreza y ello les sirviera de estímulo.

 En 1960, con motivo del XIV Concurso de Formación Profesional celebrado en la capital onubense, la escuela de artes y oficios dio nada más y nada menos que 8 campeones y 3 subcampeones. Los ocho agraciados fueron Domingo García Testón y José Luis Rosa Castilla, en forja, José Arenas Parreño y Manuel Silva Masera, en torno, Manuel Rubio Alvárez, en carpintería, Amable Contioso Vizcaíno, en cerrajería, Sergio Contioso Sánchez, en soldadura oxiacetilénica, y Juan Antonio Pérez Lemus en fresa. La lista se completó  con tres subcampeonatos, los conseguidos en carpintería (Salvador Palanco Rite), soldadura eléctrica (Lorenzo Barrero Flores) e instalador electricista (Juan Rico Rodríguez).


De la misma manera, el taller-escuela José Antonio participaba con sus trabajos en las frecuentes ferias de muestras de aquellos años. En abril de 1960 envió al pabellón que Huelva tenía instalado en la Feria de Muestras de Sevilla una selección de los mejores trabajos de sus talleres: una mesa y cuatro sillones de gavilla de hierro, una lavadora eléctrica, una pantalla-pie de luz, veinte pares de zapatos de distintos modelos, tanto de caballero como de señora, muñecas, alfombras, animales de fieltro y serrín, monederos y bolsos de piel, cucharas y perchas de cocina. Tampoco faltaron, año tras año, sus trabajos en el Concurso Local de Artesanía y en las Ferias Internacionales del Campo. 

Por último, a nivel meramente interno, eran frecuentes las visitas de los cargos sindicales provinciales a los  talleres para apreciar la producción de los propios alumnos in situ. Con ocasión de la clausura del III Curso de Formación Intensiva varios alumnos, Rafael Arias Rodríguez, Manuel Romero Cortill y Antonio Bermejo Castilla, mostraron al delegado provincial de sindicatos un cuadro de distribución eléctrica y una amplia exposición con todos los trabajos realizados[9]. Igualmente el centro, convertido en pequeña feria permanente, ofrecía a todos los visitantes una muestra selecta de las mejores producciones de sus talleres.






[1] Odiel 14-10-1966.
[2] Odiel, 23 de abril de 1956, p. 7
[3] Memoria del curso escolar 1965-66.
[4] Odiel, 23-06-1957.
[5] A. Alvárez. Enciclopedia. Tercer Grado. 1966. Ed. Miñón. p. 625. Véase también Nueva enciclopedia escolar Iniciación profesional, págs. 951-952. 
[6] Odiel, 27 de abril de 1958. Recogido asimismo por Adelante. nº 1.
[7] Odiel. 1-1-1964.
[8] Odiel 14-10-1966.
[9] Odiel. 14-5-1965.

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