LOS PRIMEROS DIRECTORES.-
Eleuterio Torrelo Rodríguez (1956-58) militar franquista, capitán jefe de la policía armada y de tráfico, fue el primer director. Trató de imponer una férrea disciplina, acorde con su estatus castrense y los designios de la época. Era muy exigente con sus empleados y alumnos. Muchos recuerdan a un alumno que osó arrancar una hoja de la amapola de la escalera central y cómo el director lo tuvo todo el día de pie, con la hoja en la mano. También era muy exigente con los profesores y el personal de administración y servicios. Su cometido cesó pronto, cuando al acabar el curso escolar 1957-58 fue nombrado nuevo vicesecretario provincial de obras sindicales. Llegaba al centro a diario, bien en el coche oficial militar, un Volkswagen de los conocidos popularmente como escarabajos, o bien en su famosa Lambretta.
Desde el curso 1958, la escuela profesional tuvo un nuevo director, José Pérez Vázquez (1958-1963). Natural de El Cerro y hermano de D. Antonio, el juez, era licenciado en químicas por la Universidad de Sevilla. En su toma de posesión manifestó -en presencia de Juan Márquez García, secretario provincial de sindicatos y su valedor-, que llegaba al cargo «por auténtica vocación, lleno de afán de trabajo» y dispuesto a que el taller-escuela siguiera siendo motivo de orgullo para la Organización Sindical[1].
Juan Vázquez Limón (1963-1970) fue su tercer director. Natural de San Bartolomé de la Torre, era teniente coronel y militar en la reserva. A diferencia de Torrelo, comía y vivía en su propia habitación en el internado, junto a la escalera principal, en un espacio reservado como dormitorio del director. Durante estos años se ocupó de la secretaría, Arturo González Zamudio, quien hacía las funciones de jefe de estudios, ocupándose de la confección de los horarios y la difícil tarea de contentar a todos los profesores, y daba además clases de dibujo técnico; natural de Ronda (Málaga), era un hombre de carácter abierto y afable.
Más adelante, le siguieron
la direcciones de Manuel Tocino Tocino (1970-1983), Amaro Bermejo Márquez (1984-1989), Tomás López López (1989-1993),
Salvador Marín Franco (1993-1996), de nuevo Tomás López entre 1996 y 2005 y ,desde entonces, de Miguel Librero Márquez.
Los primeros profesores entraron por concurso de méritos. Un tribunal examinaba la competencia de algunos de ellos. Otros fueron mandados por la Organización Sindical, provenientes de otras escuelas profesionales. En el primer grupo de docentes aparecían Manuel Romero Pérez (teoría del calzado), Francisco Díaz Aranda (maestro nacional y profesor de tecnicográficas), Enrique Seguí Fernández y Carlos Beltrán Figuera (teoría del calzado), Manuel Lorca Sánchez (patronista) y Rafael Cejudo Mariano (taller de zapatería), Pedro Clavero Márquez (chapa) y Diego Cejudo Sánchez (mecánica, torno y fresa). Posteriormente se incorporaron Manuel Tocino (matemáticas); Ramón Mora (lengua), Aurelio de Vega Zamora (Ciencias), Juan Antonio Tirado Andrino (gimnasia) y un largo etcétera.
Aurelio de Vega Zamora fue sustituido en noviembre de 1958 por José
Romero delgado[2]
A mediados de la década de
1960, el centro contaba con una plantilla de 16 docentes: 11 de teoría y 5 de
prácticas[3].
Aquellos primeros profesores pertenecían a la Organización Sindical, fueron
trasvasados al Ministerio de Trabajo en 1978, y desde 1980 a 1985 fueron
integrados en el Organismo Autónomo Administración Institucional de
Servicios Socio-profesionales. A
partir de julio de 1985 fueron transferidos al Ministerio de Educación y
Ciencia y, finalmente, desde 1987 a la
Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.
El taller de zapatería
tuvo una vida efímera, que sólo se prolongó desde 1956 hasta 1963. En aquellos años
se cuidó especialmente la figura del modelista-patronista. Manuel Romero
Pérez era el encargado de las clases de patronismo, que consistían, según sus
propias palabras, «en conocer el dibujo lineal y artístico, anatomía del pie
y pierna, a fondo, el patronaje, las pieles, el cortado, aparado, montado, la
horma, y poseer un amplio espíritu de creación»[4].
Había aprendido el oficio por correspondencia, allá por 1924, con apenas 16
años de edad. A la sazón, era profesor de tecnología en el módulo de zapatería y con anterioridad había sido
presidente de la Junta Rectora que se encargó de velar por el control de las
obras de la escuela. Era hijo de Diego Romero
Bernal, dueño del taller de zapatería de la calle Peñuelas y uno de los
fundadores de «Inval S.A.», una de las empresas pioneras en la mecanización del
sector local del calzado y hermano del
notario valverdeño Diego Romero Pérez,
para muchos el gran impulsor de la escuela de zapatería. M. Romero trató de inculcar a sus alumnos el concepto
de productividad y fue enviado a Mallorca para conocer las técnicas isleñas. Enrique Seguí Fernández y Carlos Beltrán, maestros del taller de zapatería llegaron, al
parecer, de una escuela que acababa de cerrar, bien en el levante español o en
Palma de Mallorca –los testimonios orales que nos llegan son contradictorios-,
a través de la Organización Sindical. A ellos se unieron los valverdeños Rafael
Cejudo Mariano y Manuel Lorca Sánchez. Este último era patronista y encargado
de corte en una de las fábricas señeras de la localidad, INVAL (Industrial
Valverdeña, S.A), pero prefirió cambiar de aires y de horario, entrando en el
centro como profesor de dibujo del taller de zapatería. Con el cierre de la
escuela de zapatería, en 1963, dejaron el centro Cejudo, Seguí y Beltrán,
mientras que Manuel Romero y Manuel Lorca siguieron adscritos al taller de cortes
aparados. La profesora de dicho módulo era Dolores Vélez Domínguez y, tras su marcha,
sería sucedida por Aurora Domínguez
Berrocal.
El delegado provincial de Sindicatos, J.L.
Galovart, con motivo de la inauguración oficial del taller-escuela en junio de
1957, destacaba el papel de la «escuela como centro formativo de la
industria del calzado, prometiendo su celo en el cuidado y perfeccionamiento de
la institución, a fin de ponerla al nivel de las más modernas escuelas de su
género y lograr convertirla en un auténtico laboratorio al servicio de las
industrias de la piel». Según los
estudios de Tomás López, la escuela de zapatería decayó con extraordinaria
rapidez. En sólo seis años pasó de ocupar más de la mitad de la nave de
talleres a desaparecer totalmente. La clave, creemos, fueron las urgencias de
muchos padres que necesitaban un sueldo adicional y que no podían esperar a que
sus hijos terminaran los estudios. A comienzos del curso escolar 1962-63, el
alcalde Pedro Vizcaíno expuso al pleno «el rumor de la posibilidad de que
desaparezca la escuela de zapatería si no se matricula cierto número de
alumnos, acordándose por unanimidad mostrar el ardiente deseo de esta
corporación de que no ocurra así por tradicional arraigo de dicha industria en
la localidad, para lo cual se está anunciando el período de matrícula»[5].
La
preocupación del consistorio se convirtió en realidad poco después y el taller
de zapatería fue clausurado. Los primeros ocho chicos que obtuvieron la
oficialía en zapatería fueron Gregorio Bermejo Sánchez, Fernando Fernández
Arcas, Manuel Fernández Azogil -quien aprendió la tarea de cortador-patronista,
por indicación de su padre, dueño de un taller de zapatería-, Vicente López
López, Juan Lozano Pintor, Germán Llanes Moreno -uno de los que enseñaron al
ministro Solís los rudimentos de la zapatería valverdeña-, entrañable cartero y
profundo conocedor del cante jondo, tristemente desaparecido, José Rodríguez
Vázquez y el calañés Esteban Raya Largo.
El
primer profesor del taller de ajuste y máquinas-herramienta fue Diego
Cejudo Sánchez. Por mediación de Diego Fleming, dueño de la fábrica de la
luz, y Jorge Zarza, se ocupó del montaje de la maquinaria del centro, antes
de su inauguración, junto a un electricista, Miguel Gallart. Posteriormente obtuvo la plaza de maestro de
taller de mecánica, tras el examen de rigor. Estuvo 38 años de servicios, y se
jubiló en 1994, permaneciendo en el centro desde los 27 a los 65 años; profesor
de mecánica, ajuste y maquinas-herramienta (torno y fresa), enseñaba los
principios de la mecánica y ejercicios prácticos propios del oficio, además de
dar clases de tecnología del metal. El propio Diego nos recuerda cómo en los primeros meses llegó a
impartir 48 horas semanales de trabajo.
El iniciador del taller
de forja y soldadura
(soldador-chapista) [6]
fue Pedro Clavero Márquez, calañés de origen, con una amplia experiencia pues
había sido trabajador de los talleres de Minas Cueva de la Mora. Murió en 1966,
antes de la edad de jubilación. Su labor fue continuada, a partir de 1969, por
su hijo, Juan Manuel Clavero Márquez. Con su pericia como chapista de
carrocerías entró en la escuela, obteniendo, a posteriori, el título de
maestría industrial en construcciones metálicas. Se jubiló en 1996, tras 26
años de servicio. Tanto padre como hijo enseñaron a varias generaciones los
rudimentos de la calderería, desde la construcción de ánforas o recipientes de
chapa hasta tolvas y montajes industriales de estructuras, soldadura autógena,
soldadura eléctrica y por puntos, cizallas automática y de vaivén, manejo de
tronzadoras para hierro y aluminio, esto es, las tareas propias de un taller de
chapistería En el año 1977, José Alberto Romero Romero, natural de Almonaster
la Real, antiguo alumno de la 13º promoción, se incorporó al centro como
profesor de soldadura, aunque impartía, además, clases de 1º de electricidad y
labores de educador, tanto en el centro como en el internado. Con apenas 24
años, era confundido con los alumnos, desenvolviéndose como una persona muy cercana
a ellos, capaz de romper con las normas oficiales de tratamiento, tan asumidas
por entonces.
La tecnología de ambas especialidades
(máquinas-herramienta y soldador-chapista) era impartida por Bartolomé Domínguez Rodríguez, natural de El Cerro y facultativo de
minas de la Empresa Nacional ADARO, quien,
sin abandonar su empleo, se convirtió además en el primer profesor de
tecnología mecánica. Estuvo hasta 1960-62.
Por el mismo tiempo, Diego Cejudo era el profesor del taller mecánico. A
la jubilación de Bartolomé Domínguez, Diego se hizo cargo temporalmente de las
clases de tecnología de ajuste, chapa, torno y fresa. Desde los años setenta,
la plantilla se renovó con la llegada de dos antiguos alumnos: Amaro Bermejo y
José María Vázquez.
En
1971 se incorporó Amaro Bermejo Márquez, antiguo alumno, entre 1962-67, de la rama de calderería, especialidad
soldador-chapista, quien completó estudios en la escuela de maestría industrial
de Sevilla, rama de metal, y se hizo ingeniero técnico de minas en la Escuela
de Ingeniería Técnica de Huelva. Llegó a la escuela profesional durante la
dirección de Manuel Tocino, en el curso 1971-72 y se dedicó a impartir las
distintas tecnologías, además de matemáticas, dibujo y un largo etcétera.
Dos años después, en el curso 1973-74 se incorporó José María Vázquez Contioso, como el anterior, antiguo alumno del centro en la rama de soldador-chapista y compañero de estudios de Amaro en la escuela de maestría industrial y en la de ingeniería técnica. Se incorporó al centro tras pasar por la empresa «Construcciones y Contratas S.A», que realizó las obras de traída de agua al pueblo y la construcción del pantano de Los Silillos. Como todos los profesores jóvenes eran inicialmente docentes-comodín, y debían impartir diferentes materias (dibujo, matemáticas, física e incluso humanística), hasta lograr dedicarse específicamente a su especialidad
Dos años después, en el curso 1973-74 se incorporó José María Vázquez Contioso, como el anterior, antiguo alumno del centro en la rama de soldador-chapista y compañero de estudios de Amaro en la escuela de maestría industrial y en la de ingeniería técnica. Se incorporó al centro tras pasar por la empresa «Construcciones y Contratas S.A», que realizó las obras de traída de agua al pueblo y la construcción del pantano de Los Silillos. Como todos los profesores jóvenes eran inicialmente docentes-comodín, y debían impartir diferentes materias (dibujo, matemáticas, física e incluso humanística), hasta lograr dedicarse específicamente a su especialidad
El taller de electricidad.-
El taller-escuela comenzó a preparar
técnicos en electrotecnia en el año 1958. Bartolomé Domínguez, profesor de tecnología, auguraba desde las
páginas de Adelante, la primera revista del centro, un notable futuro a
todos los chicos que se sintieran atraídos por esta rama. Su apertura, propuesta inicialmente para el mes de febrero
de 1958, se pospuso algún tiempo más. La dotación inicial del taller se
componía de mesas para 15 puestos de trabajo, cuadros de corriente monofásica y
trifásica, juegos de herramientas y
comprobadores industriales.
Mario Conde García fue el
primer profesor de electricidad. Nacido en Huelva, llegó a Valverde a los 21
años. Había estudiado cinco años en la escuela de maestría industrial de
Huelva, pero, sin esperar a obtener su título y animado por el director del
centro onubense, Eligio Vallejo, llegó
como maestro de instalaciones y bobinado industrial, siendo entonces director
José Pérez Vázquez. Entre 1992/93 impartió los cursos intensivos de
instalaciones y bobinados para trabajadores de toda la provincia, cursos que se
prolongaban durante 6 meses y que permitieron enseñar los rudimentos de la
electricidad a personas sin título que lograron, gracias a dicha formación,
excelentes puestos de trabajo. Se jubiló en 2003.
En marzo de 1979, ingresó en el centro Rafael Ramírez Polo, natural de Valdelamusa, impartiendo clases, además de electricidad, en el 1º curso de construcciones metálicas y en el 2º de máquinas-herramientas. Tanto Mario como Rafael han enseñado a cientos de alumnos a realizar empalmes en hilo y cable desnudos para conexión de conductores, instalaciones eléctricas básicas de alumbrado, bobinado de pequeños motores y transformadores, completándose después la formación con instalaciones industriales y arranques mediante contactores de diferentes tipos de motores. Desde 1997 se introduce en el centro la energía solar fotovoltaica, las instalaciones singulares en viviendas y edificios, las instalaciones automatizadas y el mantenimiento de máquinas eléctricas.
En marzo de 1979, ingresó en el centro Rafael Ramírez Polo, natural de Valdelamusa, impartiendo clases, además de electricidad, en el 1º curso de construcciones metálicas y en el 2º de máquinas-herramientas. Tanto Mario como Rafael han enseñado a cientos de alumnos a realizar empalmes en hilo y cable desnudos para conexión de conductores, instalaciones eléctricas básicas de alumbrado, bobinado de pequeños motores y transformadores, completándose después la formación con instalaciones industriales y arranques mediante contactores de diferentes tipos de motores. Desde 1997 se introduce en el centro la energía solar fotovoltaica, las instalaciones singulares en viviendas y edificios, las instalaciones automatizadas y el mantenimiento de máquinas eléctricas.
El
taller de carpintería.- El primer profesor fue Miguel Carrillo Becerro. Valverdeño de nacimiento, era dueño de una
carpintería en la calle de las Peñas y tras la quiebra de aquella llegó al
centro. En 1963, le sustituyó Manuel Bermejo Domínguez, obrero de la fábrica de
Muebles Los Zarzales, célebre por su habilidad y un artista de la talla.
En 1960 terminaron estudios los tres primeros oficiales de la escuela: Salvador
Palanco Rite, Pedro Rivera Cuesto y Manuel Rubio Álvarez, inicio de una larga
lista de ebanistas y artistas de la madera.
Muy posterior es el taller de automoción que no abrió sus
puertas hasta el curso escolar 1981-82. Sus primeros inquilinos fueron Antonio
Moya Vázquez (prácticas) y José Alberto Romero (tecnología de automoción). Al
año siguiente se reforzó la plantilla y en el curso 1986-87 estaba
perfectamente consolidada con Miguel Barrero Fernández (prácticas), Domingo
Cruz León (prácticas), Francisco Callejón Ródenas (tecnología) y Enrique Suero
García (dibujo). En el curso 1988-89 continuaban Antonio Moya Vázquez y José
Luís Romero Mena, ambos de prácticas, además de Rafael Rodríguez Ariza (tecnología
de automoción), Manuel Bahamonde García (tecnología eléctrica). En el curso
1989/90 se incorporaron 3 nuevos miembros: Diego Moreno Ortega, quién llegó en sustitución de
Miguel Barrero, Salvador Marín Franco (dibujo) y Miguel Abad Millares (practicas).
Los
especialistas y los maestros de primaria.- La plantilla de profesores
técnicos era completada por los generalistas: Aurelio
de Vega, procedente de Huelva, fue
profesor de ciencias; maestro nacional, abandonó el centro con prontitud. Manuel Tocino
Tocino, que impartía matemáticas desde
marzo de 1958, es recordado como un buen
profesor y severo en la exigencia. José Pérez Vázquez impartía Física y
Química, licenciado por la Universidad de Sevilla, fue muy valorado como
docente, llegando a ser además director de la Academia. Arturo González Zamudio
era el profesor de dibujo técnico. Muchos de sus discípulos recuerdan, gracias
a su labor, los principios de la representación diédrica, los trazados
geométricos, la representación de piezas o el desarrollo de conos.
Entre los maestros de
primaria destacaron Antonia Pérez, Antonio Infante, Carmen Sevilla, José
Arrayás, Ramón Mora y Ángeles Barrero.
Por
O.M. de 24 de noviembre de 1956 se creó una escuela unitaria de niñas, inscrita
dentro del Taller-Escuela de Formación Profesional, dependiente del Ministerio
de Educación Nacional. Antonia Pérez Aparicio
fue nombrada maestra de la misma en 1960 por la Dirección General de
Enseñanza Primaria[7],
tras aprobar las oposiciones a escuelas de régimen especial. Procedía de San Silvestre y figuraba en la
relación de aprobadas en el concurso-oposición para escuelas de poblaciones
mayores de 10.000 habitantes. Además de su sueldo reglamentario, con cargo al
estado, el importe del alquiler de su
casa habitación y demás
gratificaciones complementarias correspondían al Patronato del
taller-escuela[8].
Antonia Pérez más conocida como “srta. Noni”, era hermana
del administrador general de la Organización Sindical Provincial y llegó a
Valverde para impartir clases de lengua
y de geografía.
Ramón
Mora Romero estudio magisterio en la escuela normal de Huelva y llegó al
centro, por concurso de méritos, en enero de 1966, tras su paso por las
campañas de alfabetismo de El Pozuelo y su labor docente en Puebla de Guzmán,
Beas y Silos de Calañas. Fue el maestro de lengua y literatura, aunque
completaba su horario haciendo tareas de educador y en alguna ocasión
impartiendo clases de religión.
El
curso siguiente, 1967-68, acceden al centro Ángeles Barrero Sánchez y Carmen
Sevilla.
La
primera, tras pasar por la escuela de magisterio Manuel Siurot de Huelva,
comenzó trabajando en la “Academia”, pero además compartía docencia con la
escuela profesional. Inicialmente impartía educación física y, como era
habitual en los profesores más jóvenes, asumió un amplio abanico de materias
(matemáticas, geografía, ciencias e incluso tecnología), además de ocuparse de
la formación oficiosa de las antiguas alumnas y aparadoras de la escuela, de cara a superar los exámenes de bachillerato
efectuados en la Academia, junto con las
alumnas del Colegio Libre Adoptado, a fin de que obtuvieran una titulación
oficial. Muchas de estas alumnas estudiaron después magisterio y otras
carreras. De esta forma, la escuela profesional recuperó un buen número de
chicas e hizo un excelente servicio social. Tras la jubilación de Juan Vázquez Limón, pasó a impartir sus asignaturas y se quedó en
el centro de forma completa y exclusiva.
Ángeles
Barrero compartió docencia algún tiempo con Ángeles Nieto Salgado, gallega de
nacimiento que llegó de La Coruña en su primer destino y que sólo permaneció en
el centro de forma transitoria, y Carmen Sevilla, natural de Aracena, quien
había impartido docencia en la escuela graduada
de la Zona, entre 1956 y 1967, convirtiéndose en su directora desde 1960.
En
1967 pasó a la escuela profesional como responsable del “pre” de las chicas.
Además de la Enciclopedia Alvárez y de nuevos manuales adaptados a la enseñanza
profesional, llenó su clase de mapas geográficos, mapas de fisiología e higiene
y de los conocidos esquemas de sólidos geométricos. En 1975, volvió a la
escuela nacional, en concreto al Grupo Escolar, junto a su marido, Teodoro
González.
El
centro contó en aquellos años con varios profesores de educación física. El
primero fue Juan Antonio Tirado Andrino que, con el tiempo, llegaría a ser
Delegado Provincial de Cultura. Le sucedió Carlos Rizzo Martínez, malagueño y,
posteriormente, José Antonio García Mondelo, con sólo dos años de permanencia,
y, a su marcha, Javier López Guilarte, además de varias interinidades
intermedias de Antonio Díaz Pérez.
Javier
López Guilarte, «Zarrita», natural de Vitoria, llegó a Valverde cuando su padre
fue nombrado jefe de la estación del ferrocarril. Con el tiempo se convertiría
en profesor de educación física, impartiendo horario vespertino, ya que por las
mañanas trabajaba en la secretaría del ayuntamiento de Valverde. Fue uno de los
promotores de la nueva residencia, pero sobre todo destacó por sus desvelos y
amor hacia sus chicos del internado. Ya
antes se había ganado el apodo de «ídolo de la Torronca», la máxima
figura de la Olímpica Valverdeña en su época dorada, gracias a su verticalidad
y a sus veloces internadas desde la posición de extremo derecha. El 1 de marzo de 1988 el pleno municipal
acordó poner su nombre al nuevo campo de deportes. Murió el 27 de enero de 1989[9],
provocando una verdadera conmoción en la localidad y enorme ausencia en su
familia, amigos y cientos de discípulos. Hoy en día, la Residencia de estudiantes
lleva también su nombre.
En 1970
ingresó en el instituto la valverdeña Rami Arroyo Arrayás, mediante concurso
oposición, compartiendo horario con el área de urbanismo del ayuntamiento de
Huelva. Al obtener la plaza definitiva en Madrid, pasó a impartir la
especialidad de dibujo técnico en las ramas de electricidad,
máquinas-herramienta, automoción, carpintería, así como en el módulo femenino
de jardín de infancia.
El aula de primaria y los
cursos de pre-aprendizaje. El aula de primaria se mantuvo desde 1957 hasta
1960. Su objetivo era fomentar la acción preparatoria de los futuros alumnos
del centro. En opinión de Francisco Díaz Aranda, profesor de tecnicográficas,
dicha aula debía convertirse en «la levadura que hará fermentar las
vocaciones de los alumnos que aspiren a ocupar las vacantes producidas por los
que vayan terminando su científico aprendizaje»[10].
José Arrayás Arroyo sólo impartió docencia durante un curso escolar. Fue nombrado, por el Consejo Provincial de Educación
Nacional, maestro interino de la escuela
de formación profesional en septiembre de 1960, con un sueldo anual de 16.920
pesetas.[11],
aunque posteriormente pasó al grupo José Nogales. Más tarde, aunque
desapareció dicha aula como tal, siguió existiendo el curso de pre-aprendizaje
o preparatorio. En dicha labor destacó Antonio Infante Acosta, quien llegó
procedente del Grupo Escolar y se ocupó del “pre” de los chicos, mientras
Carmen Sevilla se ocupaba del “pre” femenino.
[1] Odiel. 29 de junio de 1958
[2]
Comunicación del secretario Arturo González Zamudio del nombramiento por parte de la Inspección
provincial de José Romero Delgado. Leg. 360.
[4]
Adelante: 5.
[5]
A.M.V./L.A.C de 1962, 8 de octubre.
[6]
El taller de soldadura valverdeño se concretó en
la especialidad de soldador-chapista a
través de la Orden de
e 1 de abril de 1965 por la que
se rectifica la de 8 de
febrero último, en que se determinan las
ensenanzas que se cursan en los Centros
ojiciales de Formación Profesional lndustrial (BOE 124) de 25 de mayo de 1965, p.
7451. Orden dictada por Lora Tamayo a la
sazón Director general de Enseñanza Laboral
[7]
Comunicación del Ministerio de Educación Nacional de 11 de agosto de 1960 al
presidente del Consejo Escolar primario
Sindical de Formación Profesional. . Credencial, de 29 de agosto de
1960. Leg. 360.
[8] Comunicación de nombramiento. 11
de agosto de 1960. Leg. 360.
[9] Huelva Información, 27 de
febrero de 1989.
[10] Adelante, nº 1.
[11]
A.M.V. Nombramiento. 19 de
septiembre de 1960. Leg. 360.
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