EL PRIMITIVO INTERNADO Y LA POLÍTICA DE BECAS.-
Inicialmente el internado se ubicaba en el piso alto del inmueble y estaba dividido en dos salones con las habitaciones para los alumnos internos -32 los primeros años- además de dependencias específicas para el profesorado y el personal de cocina. En 1959 se habilitaron dos locales con 25 y 50 camas respectivamente[1]. La estancia en el internado era posible gracias a la política de becas. Para el curso 1960-61 el gobierno concedió a nivel nacional 45.255 becas para un monto de 324 millones y medio de pesetas, de las que la Organización Sindical se ocupaba de más de la mitad: 28.705 becas por un importe de 221 millones de pesetas[2].
El taller-escuela dispuso el curso inicial de 1956-57 de un presupuesto de 1.400.000 pesetas[3] y, además de la labor estatal, otros muchos organismos trataban de hacer posible la llegada a Valverde de chicos de toda la provincia: «alivian en algo los gastos las becas concedidas por algunos Ayuntamientos, Cofradías y Hermandades y la Diputación. Con todo, las cinco mil pesetas a que alcanza una beca, apenas cubren los gastos de manutención del educando que ampara. Pese a lo cual, la escuela estima estas ayudas por lo que significan de encauzamiento hacia su seno de aquellos muchachos capacitados para el aprendizaje, que, de otro modo, languidecerían estérilmente en el contorno provincial»[4].
En el curso escolar 1959-60 la escuela tenía capacidad para 151 alumnos, de ellos 32 en carácter de internado y los restantes 119 medio-pensionistas. Pero a menudo en estos primeros años no se cubría la oferta. En el verano de 1959 se anunciaban las vacantes para el inminente curso escolar: 40 de aprendices medio-pensionistas y 2 de carácter interno, así como 35 para aparadoras[5]. La escuela ofrecía a sus alumnos de manera gratuita el almuerzo y la merienda. Además, proporcionaba a los aprendices el atuendo oficial: mono y camisa azul, a los chicos y una bata de trabajo, a las chicas[6]. En las décadas de 1960 y 1970 destacaron las becas del PIO, el conocido principio de igualdad de oportunidades.
El curso escolar 1965-66 se concedieron un total de 178 becas. 129 de ellas fueron concedidas por la Delegación de Protección Escolar, repartidas de la siguiente manera: 17 de Iniciación Profesional, 42 de Oficialía 1ª, 36 para Oficialía 2ª, 21 para Oficialía 3ª, 2 de Iniciación Profesional para aparadoras, 7 para oficialía 1ª, 14 para Oficialía 2ª y 10 para oficialía 3ª. A estas ayudas se unían las de la Organización Sindical, que apoyó el ingreso de 25 nuevos chavales y 10 chicas aparadoras, amén de 14 becas para continuación de estudios. El curso escolar 1966-67, bajo la dirección de Vázquez Limón, se estrenó de nuevo todo el mobiliario de los dormitorios: camas, colchones, ropas, armarios y alfombras[7]. Dentro de la política de becas se incluían también los campamentos veraniegos dependientes de la Delegación de Juventudes. En julio de 1966 disfrutaron de vacaciones 12 alumnos de nuestro centro.
El aumento constante del alumnado llevó a la necesidad de plantearse la construcción de un colegio menor, con capacidad para al menos 300 chicos. Desde 1963, el ayuntamiento estaba haciendo gestiones para convertir el Colegio Libre Adoptado de Valverde en una sección delegada del Instituto de Huelva La Rábida[8] y en 1966 el alcalde, Domingo Romero Malavé, pretende matar dos pájaros de un tiro: dotar a Valverde de un Instituto de enseñanza secundaria y, a la par, de un Colegio Menor, que serviría tanto para la sección delegada de Bachillerato, como para el taller-escuela: «expone a la corporación el interés que para la población estudiantil de la comarca supondrá la creación en esta ciudad de una Sección Delegada Mixta Tipo B de Enseñanza Media y un Colegio Menor, centros docentes éstos que se imponen de una manera inminente, dado el creciente número de puestos escolares que se registra anualmente y también por la situación geográfica que en la comarca ocupa nuestro pueblo»[9]. El cabildo decidió entonces ceder al Ministerio de Gobernación un solar de 6500 m2 para construir una sección delegada mixta tipo B y un colegio menor, que dispondrían de un campo común de deportes, todo ello «en un lugar sano y de fácil acceso», aunque el proyecto quedó en el cajón del olvido.
Tomás López documentó, en su día, la constitución desde el curso 1968-69 de un patronato para luchar por conseguir un Colegio Mayor, más tarde devenido en Colegio Menor con capacidad para 300 alumnos del taller-escuela[10]. Pero las gestiones avanzaban muy lentamente. Desde 1971 se hace urgente a la escuela profesional la dotación de una nueva residencia escolar. La Delegación Provincial Sindical de Huelva, a través de la Secretaría Técnica de la Obra Sindical del Hogar, solicitó terrenos para la ampliación del taller escuela. El 15 de julio de 1975 pide al ayuntamiento la cesión de terrenos para la construcción de una residencia. El consistorio pide concreción sobre la demanda, a fin de poder resolver el asunto y seguir los trámites reglamentarios[11]. En el otoño se aceleran las gestiones, siendo alcalde Domingo Romero. A fines de septiembre de 1971, el delegado provincial de la Organización Sindical envió un escrito al ayuntamiento solicitando la cesión de un cercado anexo a la escuela de formación profesional para la construcción de una residencia escolar. El 6 de octubre de 1971 el cabildo, acogiéndose al artículo 96 del Reglamento de Bienes de las Corporaciones Locales, decidió ceder a la organización sindical un solar de 561 m2 en el sitio denominado «Ejido Rivera» para construir la residencia de los alumnos internos del taller escuela. Los linderos del solar eran la Calle I de Triana, al norte, al este la propia Escuela Sindical “José Antonio”, y terrenos públicos tanto al sur como al oeste. Los acuerdos de desafección jurídica y de cesión gratuita fueron publicada en el Boletín Oficial de la provincia nº 235 de 16 de octubre y en el nº 237 de 19 de octubre[12]. Pero por lo pronto hubo que conformarse con las naves-dormitorio de la carretera de Calañas. Más tarde, en 1973, vendría el proyecto de Jaime Montaner, la paralización de la obra en la Transición Democrática, la acción reivindicativa de la Comisión Pro-apertura de la Residencia y su tardía inauguración en el curso escolar 1987-88.
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