viernes, 1 de abril de 2016

LOS PRIMEROS ALUMNOS

Juan Carlos Sánchez COrralejo 

LA VIDA COTIDIANA EN LA ESCUELA PROFESIONAL. 

En de la ESCuela profesional al IES Don Bosco, pp. 47 -56







LOS ALUMNOS Y SU ADMISIÓN.

Las condiciones para optar a una plaza de estudios cambiaron a lo largo del tiempo. Si inicialmente eran admitidos todos los chavales con 12 años cumplidos, más adelante se estableció el límite entre 13 y 16 años cumplidos en diciembre del año anterior. Era necesario rellenar una instancia facilitada en la secretaría del propio centro y certificado del padre o tutor del alumno de que éste se encontraba debidamente sindicado. El  plazo de preinscripción abarcaba, en principio, hasta el mes de agosto, y los exámenes de ingreso se realizaban en la primera quincena de septiembre, aunque, a mediados de la década de 1960, se retrasaron a  final de dicho mes o principios de octubre. Los candidatos que no vivían en Valverde podían presentar la inscripción en la Vicesecretaria de Obras Sindicales, sita en el número 3 del Paseo de Santa Fe de la capital onubense y, más tarde, en la Delegación Provincial de Sindicatos, ubicada en la cuarta planta del nº 5 de la Gran Vía.  

Entre los alumnos de las primeras promociones destacaron muchos procedentes del hospicio de Ayamonte y otros muchos tanto de Valverde como de las poblaciones del Andévalo Occidental, la cuenca Minera y la Tierra Llana. El centro permitía el régimen de internado, y para la población local el de medio pensionista. Además, la presencia física de los chavales debía ser impecable, motivo por el cual Torrelo traía, cada veinte días,  a  un barbero para acicalar a los críos.

Valverde contaba por entonces con una población de derecho que superaba las 10.600 almas y la  apertura de la escuela profesional «José Antonio» supuso un enorme avance. El número de alumnos fue in crescendo a lo largo de este periodo. Si concedemos total fiabilidad a los datos publicados en 1974 por la Revista Sindical, Inicio e Historia, en las páginas 71 y 72, bajo el título «Centro Sindical de Formación Profesional José Antonio», así quedaría la evolución de las matriculaciones hasta los inicios de la década de 1970:

CURSO
Alumnos
Alumnas
Total
1956-57
55
36
91
1957-58
76
36
112
1958-59
91
35
126
1959-60
122
37
159
1960-61
110
35
145
1961-62
108
32
140
1962-63
116
37
153
1963-64
136
53
189
1964-65
133
42
175
1965-66
144
47
191
1966-67
147
43
190
1967-68
159
37
196
1968-69
189
28
217
1969-70
168
37
205
1970-71
190
49
239
1971-72
212
55
267
1072-73
279
73
252

No obstante, es lógico cierto baile de cifras, atendiendo al momento del recuento de alumnado, bien del cupo real, bien de los alumnos matriculados, bien de los que realmente acababan cada curso académico. Así, el año 1957-58 tenía un cupo de 143 alumnos, de los que sólo se cubrieron 112. El reparto de estos alumnos obedecía a los dictados de la recién aprobada Ley de Formación Profesional Industrial de 20 de julio de 1955: escuelas de pre-aprendizaje para niños de 12-14 años y escuelas de aprendizaje para jovencitos de 14 a 17 años. Estos dos niveles eran los ofertados en Valverde, para un total de cinco años de estudios. Además, muchos de sus  alumnos se desplazaban fuera para acudir a una escuela de maestría industrial en caso de querer completar sus estudios.


Curso   1957-58
Nº de alumnos
1º de aprendizaje
31
2º de pre-aprendizaje
20
1º de pre-aprendizaje
26
1º de aparadoras
20
2º aparadoras
16
Escuela primaria masculina
30

Curso 1959-60
Nº alumnos
Curso 1959-60
Nº de alumnas
1º Pre-aprendizaje
33
Trabajos manuales
8
2º Pre-aprendizaje

33


1º Aprendizaje
·         Zapatería
·         Electricidad
·         Mecánica
·         Carpintería
·         Forja y soldadura


1
6
6
3
1
Aparadoras
13
2º de Aprendizaje
·         Zapatería
·         Carpintería
·         Cerrajería
·         Fresador
·         Tornero
·         Forja
·         Soldadura
·         Instalador-montador


1
3
1
1
3
2
1
2
Aparadoras
13
3º de aprendizaje
·         Zapatería
·         Torno
·         Carpintería
·         Fresa
·         Soldadura eléctrica
·         Soldadura autógena


8
6
3
2
1
1



Alumnos de la 1ª promoción 
















EL INICIO DEL CURSO ESCOLAR.-. 


La apertura de un curso escolar llevaba emparejada la típica parafernalia franquista de un centro, dependiente de la Delegación Provincial de Sindicatos y la Vicesecretaría Provincial de Obras Sindicales. El salón de actos, repleto de alumnos y de sus familiares, con las dos primeras filas reservadas para los miembros del claustro de profesores, escuchaba atento los discursos de los representantes políticos provinciales, del director y del capellán. Un relevante político era el encargado de ofrecer cada año la lección de apertura que solía versar sobre la dignidad del trabajo, el rechazo del liberalismo y la defensa del corporativismo social, siguiendo las directrices del pensamiento oficialista del régimen de Franco. Todos los discursos llevaban el sello y el espíritu emanado del Fuero del Trabajo,  aquella ley franquista, de inspiración fascista, que seguía el modelo de la Carta del Lavoro de la Italia de Mussolini, y que establecía la defensa de los sindicatos verticales y la subordinación de las empresas, los trabajadores y la propia economía a los intereses supremos de la Nación.

Los actos de inauguración del curso 1957-1958 contaron con la presencia del gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Carlos Bruquetas Saurín, quien llegó acompañado del delegado provincial de sindicatos, José Luis Galovart. Reunidos todos en el salón de actos, se procedió a solemnizar el momento. En aquella ocasión, asistían el alcalde accidental de Valverde, Diego Rodríguez Varón, el subjefe provincial del Movimiento, el consejo local de Falange en pleno, el inspector provincial del Movimiento, el inspector de enseñanza primaria, los miembros del patronato de la escuela profesional, su director, Eleuterio Torrelo, el asesor religioso y naturalmente toda la plantilla de profesores, acompañados por el comandante de la guardia civil y otras autoridades locales. Los discursos apelaban a la formación, tanto de los obreros, como de los empresarios, la organización racional del trabajo, las ventajas del aumento de la productividad, y la inquietud del buen empresario por mejorar continuamente y por fomentar buenas relaciones humanas dentro de las empresas «para que sus hombres al sentirse tratados como tales, con amor y cariño, se sientan de verdad parte integrante de la empresa». Nunca faltaba la exposición de los principios organicistas del estado franquista. Aquel año de 1957, el gobernador civil apelaba a que «esta escuela es un fiel exponente de las nobles aspiraciones del Movimiento Nacional y por ello, quiero al inaugurar el curso, exhortaros con un lenguaje serio y leal como corresponde a los asistentes, profesores bien formados o alumnos en formación. Quiero reiteraros la idea de que esta tarea que habéis acometido es de conjunto, de engranaje perfecto entre profesores y alumnos, de cooperación constante entre todos los que os halléis bajo estos techos»[13]. El gobernador civil  insistía en la apuesta del régimen por la preparación de técnicos, de cara a aumentar la productividad, y en su ingreso en unas empresas corporativas que habrían superado -ese  era  el discurso de la burocracia franquista- los conflictos inherentes a la lucha de clases: «Es preciso preparar a nuestros hombres desde el punto de vista profesional, porque la futura demanda de técnicos va siendo cada día mayor, según nuestra industrialización va creciendo. Pero nada haremos creando nuevos especialistas, si éstos no llevan una formación moral profunda completada con una amplia preparación social y económica». Sus palabras dejaban bien a las claras el sentido corporativista y la búsqueda del técnico dócil. Sólo a partir de 1958 se produjo la legalización de las negociaciones colectivas en España, aunque, a la par, quedaron mutiladas bajo el control  de los sindicatos verticales. «Ese obrero culto y preparado [...] no prestará oídos a los fáciles cantos de sirena de los agitadores que, aprovechando la incultura de una masa,  la lanzan a presentar peticiones o reclamaciones de aumentos de salarios que cuando toman aspecto general, sin repercutir en la producción, es «pan de hoy y hambre para mañana».

Dos años después, en 1959,  el acto de apertura correspondió a Hernán Pérez Cubillas, gobernador civil. El director, José Pérez Vázquez, dio lectura a la memoria de actividades del curso anterior. Le respondió Eleuterio Torrelo, su predecesor en el cargo y, a la sazón, vicesecretario de obras sindicales, señalando que la tarea de la escuela no era únicamente una completa formación profesional, con el fin de sacar el mayor rendimiento a la máquina, sino la formación completa del alumno, a fin de conseguir  hombres honrados y buenos ciudadanos.

El gobernador apeló a los alumnos para  lograr la grandeza económica, moral y espiritual de España. Tras los discursos, eran arriadas las banderas, mientras se entonaba el “Cara al Sol” y Pérez Cubillas pronunciaba los gritos de rigor[14]. En octubre de 1960 nos visitó Valentín González Bárcena, nuevo delegado provincial de sindicatos. Aquel año les recibieron, además de las autoridades acostumbradas, todos los alumnos de la 1ª promoción de la Escuela (1956-1960). Valentín González  insistió en la preocupación franquista por la «formación profesional e intelectual de nuestros trabajadores, su capacitación para que puedan conducir por sí mismos el futuro laboral de la patria en conexión con los otros grupos que integran el proceso de la producción. Sólo teniendo en este proceso la misma influencia los tres elementos convergentes, puede asegurarse la paz social y la justicia dentro de esta paz» y terminó haciendo una loa de la labor sindical del  franquismo  y de las becas concedidas por el estado[15]. El curso 1963-64 fue inaugurado el 7 de octubre de 1963 por parte de Juan Márquez García, delegado provincial de sindicatos. No faltaron a la cita anual el párroco, Juan Romero Oviedo, el delegado sindical comarcal, Enrique Domínguez y el presidente del sindicato local de la piel y miembro del patronato de la escuela, Francisco Becerro. La lección de apertura correspondió al vicesecretario de Obras Sindicales, Joaquín Maján López, centrada, en aquella ocasión, en  la idea de la dignidad humana del trabajo, la crítica de los valores liberales, la defensa de la verdadera libertad humana, la libertad social, y un alegato del Fuero del Trabajo. Tras los discursos de los políticos, no faltaban tampoco las palabras del asesor eclesiástico o capellán de la escuela que, año tras año, insistía en la necesidad de la vida espiritual como requisito para completar la formación del hombre.

En estos primeros años, estaba muy presente la rigurosidad de la Obra Nacional Sindical. Las exigencias hacia los alumnos eran muy altas. Así lo atestiguaba su director, quien no ocultaba la expulsión, en el primero curso,  de 18 alumnos que no superaron dichas exigencias -no sabemos si exclusivamente docentes o también de comportamiento- y no supieron responder, pues,  al perfil deseado: «me lamento sinceramente de las ausencias forzadas de muchos alumnos que empezaron con nosotros el pasado curso, pero nos hemos visto obligados a eliminar a varios por no reunir las condiciones precisas para continuar estudios, que podían haber sido la iniciación de su honorable y excelente porvenir. Los que queden aquí, deben justificar la riada de dinero que la Delegación Nacional de Sindicatos suelta con este fin magnífico de la formación profesional. Las cifras son elocuentes. El pasado años fueron invertidas 1.450.000 pesetas, habiéndose presupuestado para el presente 2.863.000 pesetas, para que se forjen conductores de empresas, enlaces sindicales y hombres que den el provecho necesario y en proporción al esfuerzo que la Obra Nacional Sindical realiza»[16]

En esta misma línea, el director se manifestaba como lo que era, un militar, pero no como un docente: «esto no es un hospicio ni una casa cuna, aquí no estáis recogidos de caridad. Aquí estáis por propio derecho, al haber conseguido en buena lid una beca, que os ampara durante todo un curso»[17]. El agradecimiento de los mandos sindicales provinciales al empeño de la escuela fue gratificado de diversas formas. Así en 1968 la escuela sindical fue galardonada por la Delegación Nacional de Juventudes con el “Diploma de Honor”, galardón con la que dicha institución premiada cada año a las instituciones más destacadas en la labor formativa de la rama industrial  y artesanal[18].  
  




[1] Odiel, 8-10-1959.
[2] Odiel 8-10-1960.
[3] Odiel, 23-06-1957, pág. 7
[4] Odiel, 23 de junio de 1957.
[5] Odiel, 12 de agosto de 1958.
[6] Odiel, 12 de agosto de 1958
[7] Odiel, 14 de octubre de 1966
[8] A.M.V./L.A.C. de 1963, 27 de noviembre.
[9] A.M.V./L.A.C.de 1966, 20 de abril
[10] López, T. op. cit.
[11] A.M.V./L.A.C. de 1971, 21 de julio.
[12] A.M.V./L.A.C. de 1971, 6 de octubre y 10 de diciembre.
[13] Odiel, 4-10-1957.
[14] Odiel, 8-10-1959.
[15] Odiel, 8-10-1960.
[16] Odiel, 4-10-1957.
[17] Odiel, 4-10-1957.
[18] Odiel 14-3-1968.  

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