Juan Carlos Sánchez COrralejo
LA VIDA COTIDIANA EN LA ESCUELA PROFESIONAL.
En de la ESCuela profesional al IES Don Bosco, pp. 47 -56
LOS
ALUMNOS Y SU ADMISIÓN.-
Las condiciones para optar a una plaza de estudios
cambiaron a lo largo del tiempo. Si inicialmente eran admitidos todos los
chavales con 12 años cumplidos, más adelante se estableció el límite entre 13 y
16 años cumplidos en diciembre del año anterior. Era necesario rellenar una
instancia facilitada en la secretaría del propio centro y certificado del padre
o tutor del alumno de que éste se encontraba debidamente sindicado. El plazo de preinscripción abarcaba, en
principio, hasta el mes de agosto, y los exámenes de ingreso se realizaban en
la primera quincena de septiembre, aunque, a mediados de la década de 1960, se
retrasaron a final de dicho mes o
principios de octubre. Los candidatos que no vivían en Valverde podían
presentar la inscripción en la Vicesecretaria de Obras Sindicales, sita en el
número 3 del Paseo de Santa Fe de la capital onubense y, más tarde, en la
Delegación Provincial de Sindicatos, ubicada en la cuarta planta del nº 5 de la
Gran Vía.
Entre los alumnos de las
primeras promociones destacaron muchos procedentes del hospicio de Ayamonte y
otros muchos tanto de Valverde como de las poblaciones del Andévalo Occidental,
la cuenca Minera y la Tierra Llana. El centro permitía el régimen de internado,
y para la población local el de medio pensionista. Además, la presencia física
de los chavales debía ser impecable, motivo por el cual Torrelo traía, cada
veinte días, a un barbero para acicalar a los críos.
Valverde contaba por
entonces con una población de derecho que superaba las 10.600 almas y la apertura de la escuela profesional «José
Antonio» supuso un enorme avance. El número de alumnos fue in crescendo
a lo largo de este periodo. Si concedemos total fiabilidad a los datos
publicados en 1974 por la Revista Sindical, Inicio e Historia, en las
páginas 71 y 72, bajo el título «Centro Sindical de Formación Profesional José
Antonio», así quedaría la evolución de las matriculaciones hasta los inicios de
la década de 1970:
CURSO
|
Alumnos
|
Alumnas
|
Total
|
1956-57
|
55
|
36
|
91
|
1957-58
|
76
|
36
|
112
|
1958-59
|
91
|
35
|
126
|
1959-60
|
122
|
37
|
159
|
1960-61
|
110
|
35
|
145
|
1961-62
|
108
|
32
|
140
|
1962-63
|
116
|
37
|
153
|
1963-64
|
136
|
53
|
189
|
1964-65
|
133
|
42
|
175
|
1965-66
|
144
|
47
|
191
|
1966-67
|
147
|
43
|
190
|
1967-68
|
159
|
37
|
196
|
1968-69
|
189
|
28
|
217
|
1969-70
|
168
|
37
|
205
|
1970-71
|
190
|
49
|
239
|
1971-72
|
212
|
55
|
267
|
1072-73
|
279
|
73
|
252
|
No obstante, es lógico
cierto baile de cifras, atendiendo al momento del recuento de alumnado, bien
del cupo real, bien de los alumnos matriculados, bien de los que realmente
acababan cada curso académico. Así, el año 1957-58 tenía un cupo
de 143 alumnos, de los que sólo se cubrieron 112. El reparto de estos alumnos
obedecía a los dictados de la recién aprobada Ley de Formación Profesional
Industrial de 20 de julio de 1955: escuelas de pre-aprendizaje para niños de
12-14 años y escuelas de aprendizaje para jovencitos de 14 a 17 años. Estos dos
niveles eran los ofertados en Valverde, para un total de cinco años de
estudios. Además, muchos de sus alumnos
se desplazaban fuera para acudir a una escuela de maestría industrial en caso
de querer completar sus estudios.
Curso 1957-58
|
Nº de alumnos
|
1º de aprendizaje
|
31
|
2º de pre-aprendizaje
|
20
|
1º de pre-aprendizaje
|
26
|
1º de aparadoras
|
20
|
2º aparadoras
|
16
|
Escuela primaria masculina
|
30
|
Curso 1959-60
|
Nº alumnos
|
Curso 1959-60
|
Nº de alumnas
|
1º Pre-aprendizaje
|
33
|
Trabajos manuales
|
8
|
2º Pre-aprendizaje
|
33
|
||
1º Aprendizaje
·
Zapatería
·
Electricidad
·
Mecánica
·
Carpintería
·
Forja y soldadura
|
1
6
6
3
1
|
Aparadoras
|
13
|
2º de Aprendizaje
·
Zapatería
·
Carpintería
·
Cerrajería
·
Fresador
·
Tornero
·
Forja
·
Soldadura
·
Instalador-montador
|
1
3
1
1
3
2
1
2
|
Aparadoras
|
13
|
3º de aprendizaje
·
Zapatería
·
Torno
·
Carpintería
·
Fresa
·
Soldadura eléctrica
·
Soldadura autógena
|
8
6
3
2
1
1
|
EL INICIO DEL CURSO
ESCOLAR.-.
La apertura de un curso escolar llevaba emparejada la típica
parafernalia franquista de un centro, dependiente de la Delegación Provincial
de Sindicatos y la Vicesecretaría Provincial de Obras Sindicales. El salón de
actos, repleto de alumnos y de sus familiares, con las dos primeras filas
reservadas para los miembros del claustro de profesores, escuchaba atento los
discursos de los representantes políticos provinciales, del director y del
capellán. Un relevante político era el encargado de ofrecer cada año la lección
de apertura que solía versar sobre la dignidad del trabajo, el rechazo del
liberalismo y la defensa del corporativismo social, siguiendo las directrices
del pensamiento oficialista del régimen de Franco. Todos los discursos llevaban
el sello y el espíritu emanado del Fuero del Trabajo, aquella ley franquista, de inspiración
fascista, que seguía el modelo de la Carta del Lavoro de la Italia de
Mussolini, y que establecía la defensa de los sindicatos verticales y la
subordinación de las empresas, los trabajadores y la propia economía a los
intereses supremos de la Nación.
Los actos de inauguración
del curso 1957-1958 contaron con la presencia del gobernador civil y jefe
provincial del Movimiento, Carlos Bruquetas Saurín, quien llegó acompañado del
delegado provincial de sindicatos, José Luis Galovart. Reunidos todos en el
salón de actos, se procedió a solemnizar el momento. En aquella ocasión,
asistían el alcalde accidental de Valverde, Diego Rodríguez Varón, el subjefe
provincial del Movimiento, el consejo local de Falange en pleno, el inspector
provincial del Movimiento, el inspector de enseñanza primaria, los miembros del
patronato de la escuela profesional, su director, Eleuterio Torrelo, el asesor
religioso y naturalmente toda la plantilla de profesores, acompañados por el
comandante de la guardia civil y otras autoridades locales. Los discursos
apelaban a la formación, tanto de los obreros, como de los empresarios, la
organización racional del trabajo, las ventajas del aumento de la
productividad, y la inquietud del buen empresario por mejorar continuamente y
por fomentar buenas relaciones humanas dentro de las empresas «para que sus
hombres al sentirse tratados como tales, con amor y cariño, se sientan de
verdad parte integrante de la empresa». Nunca faltaba la exposición de los
principios organicistas del estado franquista. Aquel año de 1957, el gobernador
civil apelaba a que «esta escuela es un fiel exponente de las nobles
aspiraciones del Movimiento Nacional y por ello, quiero al inaugurar el curso,
exhortaros con un lenguaje serio y leal como corresponde a los asistentes,
profesores bien formados o alumnos en formación. Quiero reiteraros la idea de
que esta tarea que habéis acometido es de conjunto, de engranaje perfecto entre
profesores y alumnos, de cooperación constante entre todos los que os halléis
bajo estos techos»[13].
El gobernador civil insistía en la apuesta del régimen por la
preparación de técnicos, de cara a aumentar la productividad, y en su ingreso
en unas empresas corporativas que habrían superado -ese era el
discurso de la burocracia franquista- los conflictos inherentes a la lucha de
clases: «Es preciso preparar a nuestros hombres desde el punto de vista
profesional, porque la futura demanda de técnicos va siendo cada día mayor,
según nuestra industrialización va creciendo. Pero nada haremos creando nuevos
especialistas, si éstos no llevan una formación moral profunda completada con
una amplia preparación social y económica». Sus palabras dejaban bien a las
claras el sentido corporativista y la búsqueda del técnico dócil. Sólo a partir
de 1958 se produjo la legalización de las negociaciones colectivas en España,
aunque, a la par, quedaron mutiladas bajo el control de los sindicatos verticales. «Ese obrero
culto y preparado [...] no prestará oídos a los fáciles cantos de sirena de los
agitadores que, aprovechando la incultura de una masa, la lanzan a presentar peticiones o
reclamaciones de aumentos de salarios que cuando toman aspecto general, sin
repercutir en la producción, es «pan de hoy y hambre para mañana».
Dos
años después, en 1959, el acto de apertura
correspondió a Hernán Pérez Cubillas, gobernador civil. El director, José Pérez
Vázquez, dio lectura a la memoria de actividades del curso anterior. Le respondió
Eleuterio Torrelo, su predecesor en el cargo y, a la sazón, vicesecretario de
obras sindicales, señalando que la tarea de la escuela no era únicamente una
completa formación profesional, con el fin de sacar el mayor rendimiento a la
máquina, sino la formación completa del alumno, a fin de conseguir hombres honrados y buenos ciudadanos.
El gobernador apeló a los
alumnos para lograr la grandeza
económica, moral y espiritual de España. Tras los discursos, eran arriadas las
banderas, mientras se entonaba el “Cara al Sol” y Pérez Cubillas pronunciaba
los gritos de rigor[14].
En octubre de 1960 nos visitó Valentín González Bárcena, nuevo delegado
provincial de sindicatos. Aquel año les recibieron, además de las autoridades
acostumbradas, todos los alumnos de la 1ª promoción de la Escuela (1956-1960).
Valentín González insistió en la
preocupación franquista por la «formación profesional e intelectual de
nuestros trabajadores, su capacitación para que puedan conducir por sí mismos
el futuro laboral de la patria en conexión con los otros grupos que integran el
proceso de la producción. Sólo teniendo en este proceso la misma
influencia los tres elementos convergentes, puede asegurarse la paz social y la
justicia dentro de esta paz» y terminó haciendo una loa de la labor
sindical del franquismo y de las becas concedidas por el estado[15].
El curso 1963-64 fue inaugurado el 7 de octubre de 1963 por parte de Juan
Márquez García, delegado provincial de sindicatos. No faltaron a la cita anual
el párroco, Juan Romero Oviedo, el delegado sindical comarcal, Enrique
Domínguez y el presidente del sindicato local de la piel y miembro del
patronato de la escuela, Francisco Becerro. La lección de apertura correspondió
al vicesecretario de Obras Sindicales, Joaquín Maján López, centrada, en
aquella ocasión, en la idea de la
dignidad humana del trabajo, la crítica de los valores liberales, la defensa de
la verdadera libertad humana, la libertad social, y un alegato del Fuero del
Trabajo. Tras los discursos de los políticos, no faltaban tampoco las palabras
del asesor eclesiástico o capellán de la escuela que, año tras año, insistía en
la necesidad de la vida espiritual como requisito para completar la formación
del hombre.
En estos primeros años,
estaba muy presente la rigurosidad de la Obra Nacional Sindical. Las exigencias
hacia los alumnos eran muy altas. Así lo atestiguaba su director, quien no
ocultaba la expulsión, en el primero curso,
de 18 alumnos que no superaron dichas exigencias -no sabemos si
exclusivamente docentes o también de comportamiento- y no supieron responder,
pues, al perfil deseado: «me lamento
sinceramente de las ausencias forzadas de muchos alumnos que empezaron con
nosotros el pasado curso, pero nos hemos visto obligados a eliminar a varios
por no reunir las condiciones precisas para continuar estudios, que podían
haber sido la iniciación de su honorable y excelente porvenir. Los que queden
aquí, deben justificar la riada de dinero que la Delegación Nacional de
Sindicatos suelta con este fin magnífico de la formación profesional. Las
cifras son elocuentes. El pasado años fueron invertidas 1.450.000 pesetas,
habiéndose presupuestado para el presente 2.863.000 pesetas, para que se forjen
conductores de empresas, enlaces sindicales y hombres que den el provecho
necesario y en proporción al esfuerzo que la Obra Nacional Sindical realiza»[16].
En esta misma línea, el
director se manifestaba como lo que era, un militar, pero no como un docente:
«esto no es un hospicio ni una casa cuna, aquí no estáis recogidos de
caridad. Aquí estáis por propio derecho, al haber conseguido en buena lid una
beca, que os ampara durante todo un curso»[17].
El agradecimiento de los mandos sindicales provinciales al empeño de la escuela
fue gratificado de diversas formas. Así en 1968 la escuela sindical fue
galardonada por la Delegación Nacional de Juventudes con el “Diploma de Honor”,
galardón con la que dicha institución premiada cada año a las instituciones más
destacadas en la labor formativa de la rama industrial y artesanal[18].
[1]
Odiel, 8-10-1959.
[2] Odiel
8-10-1960.
[3]
Odiel, 23-06-1957, pág. 7
[4]
Odiel, 23 de junio de 1957.
[6] Odiel, 12 de agosto de 1958
[7] Odiel, 14 de octubre de 1966
[8] A.M.V./L.A.C. de 1963, 27 de
noviembre.
[9] A.M.V./L.A.C.de 1966, 20 de
abril
[10] López, T. op. cit.
[11] A.M.V./L.A.C. de 1971, 21 de
julio.
[12] A.M.V./L.A.C. de 1971, 6 de
octubre y 10 de diciembre.
[18]
Odiel 14-3-1968.
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